Primer día de las clases de guitarra. Mónica en el photoshop.
Es que me lo imagino y me da nauseas!
Le dijo su tía.
A ella, en cambio, le apetecía tanto...
*
Que me diera un golpe más en la cabeza
Para que escapen los duendes por la orejas
Que no se hable más del asunto por un buen tiempo
Silencio
Que salgan corriendo, en orden, pensando en volver
Pero que hagan campo, se abra el espacio
Porque llegan nuevos y tienen que crecer
- ¿Qué dices? ¿Que quieres tener duendes en la cabeza?
- No quiero, los tengo. Viven ahí dentro hace años. Algunos días me dicen cosas
- ¿Qué dicen?
- Hoy me llamo Clementina y anoche, mientras dormía, jugaba en un barco en altamar.
*
El ritmo no terminaba de fluir.
12:31
No decirle nada
Para que no se asuste
No decirle que todo va bien
No
No contarle del partido
Que ganamos
Tampoco
No decirle que el trabajo mejora
Que las cosas salen mejor de lo planeado
Las futuras compras
Ni un plan
No decirle
Que se asusta
No decirle tampoco algún halago
No decirlo
No resolverle algún problema
No quiero que sus ojitos chinos se redondeen
Que luego no me diga nada
Que voltee su carro para otro lado
Y que se vaya de frente.
No se puede entonces pensar como antes
No sucede
Leo poemas de amor antiguo
De gente que corre por el pasto y rueda para siempre bajo el sol
No me suena
Todo es tan distinto a lo que no conozco que me duele el cambio
Mi inconciente colectivo va muriendo de ese lado.
Todo es tan variable que es el cambio mismo lo que es
Donde está
Esa pequeña luz que se mete en los ojos
Y que te cambia la cara
De un lado a otro la sonrisa
Que se guarda y aparece
Como un parpadeo
Eterno hasta que acaba.
*
Y ella
Ella es buena, como se dice
Pero más
Es reconfortante
Como una sopita caliente llevada a la cama cuando tienes gripe
Así es ella.
Ahí es nada la frasecita. Si todavía estuviera en aquel colegio madrileño en el que hice la E.G.B. (Educación General Básica, para los lectores jóvenes), quizá la señorita Conchi, o D. Fernando me harían diseccionar ese conjunto de palabras en uno de aquellos enrevesados análisis sintácticos.
Menos mal que el cole pasó a la historia. Ahora me puedo conformar con un análisis léxicológico ( ¿existe la palabra o la he inventado como un Quevedo de pacotilla? ) . Vamos a ver:
- ZP: del sujeto (o de "este sujeto") no digo nada que ya hemos hablado bastante, y ya cansa.
- nombra: el verbo es importante. Parece que el presidente torna a los fueros de Aznar y ha confeccionado el gabinete sin preguntar opinión a nadie.
- una ministra: bien, bien. No digo que la paridad haya de ser obligatoria, pero tampoco es normal lo que había hasta hace bien poco, que el Consejo de Ministros parecía un claustro, con tanto tío.
- de 30 años: aberrante. Salvo si aparece un Einstein o algo así, no considero adecuado que alguien con menos de 10 - 15 años de experiencia directiva esté al frente de un ministerio.
- para el Ministerio de Igualdad: ¿pero no teníamos uno de Asuntos Sociales? ¿y una Secretaría de Estado del estilo? ¿y no están transmitidas esas competencias a las Comunidades Autónomas?. Humo, humo y más humo.
domingo sin verano
Fe me falta.
En algo que me sostenga.
Como cuando me paraba sobre los pies de mi papá y caminaba a grandes inmensos pasos sobre el jardín muy verde.
Mis zapatos sobre sus zapatos.
Una fe como esa.
Fe en una pelea
Fe en el color azul
Fe en la sonrisa de mi perro
Fe en el almuerzo servido cinco minutos tarde.
Junto mis manos esta noche
Y le digo
Que no es que no crea
Que no es que lo ignore
Sé que está ahí, lo sabe
Vivo sabiendo
Pero una fe como la que quiero tener
Es que la sueño cada noche!
*
Me siento enfermar
Lejanamente la nausea
Una línea gris se metió por mi oído
Mi retina replicó la imagen una y otra vez
La neblina vino a buscarme
En la mañana
Con un pedacito de tamal
Y pan caliente para el desayuno.
**
Se puso a ver las fotos de cuando su hijo era muy chiquito. Él, una inocencia gigante en ese cuerpo tan pequeño, guardada detrás de unos ojos que le dolían, detrás el miedo y la persecución de los sueños que no le pertenecían. El niño parado, solo, frente a su pesadilla. Solo, con los puños levantados, la respiración leve, el corazón remeciéndolo. Y ella. Lo mira. Sin voz. Y lo veía todo de tan cerca que casi sangraba de dolor. Sus propias manos hubieran golpeado por él, hubiera corrido con el niño en brazos y lo hubiera llevado a dormir. Pero ella no era dueña de nada, ni de sus propios pies. De repente era por eso que lloraba sobre las fotos.