domingo sin verano


Fe me falta.

En algo que me sostenga.

Como cuando me paraba sobre los pies de mi papá y caminaba a grandes inmensos pasos sobre el jardín muy verde.

Mis zapatos sobre sus zapatos.

Una fe como esa.

 

Fe en una pelea

Fe en el color azul

Fe en la sonrisa de mi perro

Fe en el almuerzo servido cinco minutos tarde.

 

Junto mis manos esta noche

Y le digo

Que no es que no crea

Que no es que lo ignore

Sé que está ahí, lo sabe

Vivo sabiendo

Pero una fe como la que quiero tener

Es que la sueño cada noche!

 


*

Me siento enfermar

Lejanamente la nausea

Una línea gris se metió por mi oído

Mi retina replicó la imagen una y otra vez

La neblina vino a buscarme

En la mañana

Con un pedacito de tamal

Y pan caliente para el desayuno.

 

 

 **


Se puso a ver las fotos de cuando su hijo era muy chiquito. Él, una inocencia gigante en ese cuerpo tan pequeño, guardada detrás de unos ojos que le dolían, detrás el miedo y la persecución de los sueños que no le pertenecían. El niño parado, solo, frente a su pesadilla. Solo, con los puños levantados, la respiración leve, el corazón remeciéndolo. Y ella. Lo mira. Sin voz. Y lo veía todo de tan cerca que casi sangraba de dolor. Sus propias manos hubieran golpeado por él, hubiera corrido con el niño en brazos y lo hubiera llevado a dormir. Pero ella no era dueña de nada, ni de sus propios pies. De repente era por eso que lloraba sobre las fotos.