Oporto

este fin de semana he conocido la última gran ciudad de la península que me quedaba en la agenda ...

O Porto, la cancela que cuida al Douro de las invasiones bárbaras es una bella ciudad con vocación de fortaleza. Melancólica, decadente, como todo Portugal. Más ibérica que aquélla Lisboa multirracial que llena de Tajo el océano y de océano al río. Creo que si he de elegir,  me quedo con la guardiana del Duero.



Ha sido una buena experiencia portuguesa, y a mi pesar muy adecuada para un fin de semana que comenzó alegre y se volvió amargo de repente. Portugal es quizá el lugar del mundo en el que la tristeza es un deporte diario, algo que se entrena, que te asalta en cada esquina y en cada atardecer. Es lo que da una tierra acostumbrada a despedir al sol durante tantos millones de años.



Hoy, en Galicia, otra dosis de "saudade" en el puerto pesquero de Vigo. Café negro, humeante y olor a tabaco de liar en un bar llamado "de las Almas Perdidas". Cosas de puertos de altura, donde los viejos sisean palabras que llaman a monstruos marinos y a barcos que ya no están.