anoche al acostarme.

mini obra de 10 minutos.

y dice
así:

Mario está sentado a los pies de su cama. Es de noche ya. Lucía entra al cuarto, se cambia para dormir y se mete a la cama. Apaga la luz de su velador. La de Mario sigue encendida.

MARIO:
Anoche al acostarme encontré un duende debajo de
la sábana.


LUCÍA:
¿Qué?


MARIO:
Sí, era pequeño, bonito... no dijo nada.


LUCÍA:
Un duende pequeño, bonito y mudo...


MARIO:
No era mudo, simplemente no dijo nada.


LUCÍA:
¿Cómo sabes que no era mudo?


MARIO:
No parecía mudo.


LUCÍA:
Pero no dijo nada.


MARIO:
Eso no significa que sea mudo.


LUCÍA:
Bueno, no era mudo. ¿Qué hacía aquí?


MARIO:
No lo sé.
LUCÍA:
Si no dijo nada, ¿para qué vino?


MARIO:
Ya te dije, no sé.


LUCÍA:
Le hubieras preguntado algo, así hubiéramos sabido para qué vino y de paso descartábamos que fuera mudo.


MARIO:
No se me ocurrió preguntarle nada.


LUCÍA:
Está bien, de repente vuelve. Si lo ves de nuevo
le preguntas, ya me quedé con la duda.


MARIO:
Está bien.


LUCÍA:
Bueno, apaga la luz y vamos a dormir.


MARIO:
Una vez leí que cuando aparecen los duendes es porque vienen a avisarte cosas...


LUCÍA:
¿Cosas? ¿Buenas o malas?


MARIO:
Espero que buenas...


LUCÍA:
Pero este duende no dijo nada, tú mismo lo has dicho. De repente era un duende sin misión, un duende perdido.


MARIO:
No creo, porque me miró de cierta forma.


LUCÍA:
¿Cómo te miró?


MARIO:
Así... (le hace un gesto de duende preocupado)...Y de pronto desapareció.


LUCÍA:
Qué duende tan poco serio, viene te mira y se va... ¿Seguro que no se llevó nada? Porque por lo que me cuentas es un duende intruso.


MARIO:
No me pareció un intruso... más bien parecía un invitado sin invitación, de esos que se aparecen de pronto y te alegran la noche.


LUCÍA:
Ya duérmete, es tarde.


MARIO:
No, no quiero dormir.


LUCÍA:
¿Por qué? ¿tienes miedo que vuelva?


MARIO:
No... sólo que quería contártelo.


LUCÍA:
Ya me lo contaste.


MARIO:
Pero no te duermas, espéralo conmigo..



LUCÍA:
Tienes miedo.


MARIO:
No, no tengo miedo.


LUCÍA:
Entonces duérmete.


MARIO:
No tengo sueño. Por favor, espéralo conmigo. Quiero que tú también lo veas.


LUCÍA:
Tengo una reunión mañana temprano, ¿te acuerdas? Si no duermo bien me despierto con los ojos hinchados.


MARIO:
Sí me acuerdo...pero te lo pido como un favor... además, se te ve graciosa con tus ojos hinchados.


LUCÍA:
Sólo a ti te da risa. Se me ve horrible...


MARIO:
¿Por favor?


LUCÍA:
No sé a quién se le ocurre esperar duendes a esta hora... sólo a ti.


MARIO:
Gracias.


LUCÍA:
Ya, no me agradezcas mucho y más bien a ver si te comunicas mentalmente con tu duende para que venga de una vez.


MARIO:
(SE RÍE) Estaría bien eso de comunicarse con un duende ¿no?


LUCÍA:
Sería muy raro en verdad...


MARIO:
No me parece raro, la telepatía existe. Tú y yo deberíamos probarlo.


LUCÍA:
A ver piensa algo a ver si te oigo.


Mario se concentra.


LUCÍA:
“Pobre Lucía, mejor le digo que se duerma”. ¡Eso has pensando!


MARIO:
No, pensé “te quiero mucho”.


LUCÍA:
Mmm... no tenemos telepatía entonces...


MARIO:
Ya, otro intento, ahora piensa tú.


LUCÍA:
A ver... (SE CONCENTRA)... Ya.


MARIO:
“Mario, te amo”. Eso pensaste.


LUCÍA:
No, pensé Mario estás mal de la cabeza...



MARIO:
¿Por qué estoy mal de la cabeza?


LUCÍA:
¿Por qué? Mira, si me preguntas eso es porque definitivamente estás mal de la cabeza... Confirmado.


MARIO:
¿Está mal querer hablar contigo un rato?


LUCÍA:
A esta hora, mientras esperamos a un duende que no llega, sí.


Mario no responde.


LUCÍA:
Perdón, Mario, pero estoy cansada. Mejor me duermo.


MARIO:
Cinco minutos más, vas a ver que va venir.


LUCÍA:
(COMO PARA ELLA) Los duendes no existen....


MARIO
¿Qué?


LUCÍA
¡Los duendes no existen!


MARIO:
Éste sí existe, Lucía, este sí. No me digas que no.... por favor...


LUCÍA:
¡¿Qué quieres que te diga?!


MARIO:
Quiero que me digas que va venir, quiero que te quedas despierta conmigo toda la noche, quiero... te quiero a ti...


LUCÍA:
Mario duérmete ya, por favor, ¿sí?


MARIO:
¿Se acabó todo?


LUCÍA:
Hablamos mañana, estoy cansada, por favor.


MARIO:
Da lo mismo mañana que hoy, háblame hoy.


LUCÍA:
No es lo mismo. No es.


MARIO:
¿Mañana sí vamos a tener telepatía?


LUCÍA:
No sé..


MARIO:
(REPITE, SORPRENDIDO) No sé...


Se hace silencio, Mario se levanta de la cama, se viste, se dispone a salir.


LUCÍA:
¿Qué haces?


MARIO:
Buenas noches Lucía...


LUCÍA:
Ya... mira, esperemos al duende.


MARIO:
No... mejor no. Igual ya no sé si venga...


LUCÍA:
¡Oye! ¡Oye! ¡Tú tienes que estar seguro de que va
venir, Mario! ¡Tú tienes que estar seguro!


MARIO:
¿Y por qué yo sí? ¿Por qué tengo que ser yo el que crea?


LUCÍA:
Porque si tú no crees no nos queda nada... tú no puedes dudar nunca... tú no...


MARIO:
Así no es Lucía... así no funciona...


LUCÍA:
No digas eso... ¡te dije que quería dormirme! ¡Hoy no quería hablar de nada!


MARIO:
Entonces duérmete...


LUCÍA:
No...


MARIO:
Duérmete Lucía... sino mañana te despiertas con los ojos hinchados y a ti no te gusta eso. Tu reunión es importante. Duerme.


LUCÍA:
Mario...


MARIO:
Tus ojos Lucia, acuérdate... tus ojos...


LUCÍA:
¿Y tú?


MARIO:
Yo voy a tener que esperarlo... ¿Qué crees, que viene o que no viene?


LUCÍA:
Espero que venga...


MARIO:
Entonces duérmete, mañana te cuento.


LUCÍA:
Está bien...


MARIO:
Buenas noches...


LUCÍA:
Buenas noches...


Lucía le da un beso, apaga su luz, trata de dormir. Mario la mira, con la luz de su velador encendida.


MARIO:
Por favor regresa...