El medio amigo

hoy os voy a contar un cuento. No es mío, ni es precisamente reciente. Fue escrito hace casi 700 años en algún lugar de Castilla por el infante Don Juan Manuel, sobrino de un rey y yerno de otro. El conde fue un noble castellano típico, político, militar, conspirador, un hombre poderoso del que sin embargo nada sabríamos si no hubiese tenido la gran virtud de escribir bien.

Bueno, no me extiendo con el rollo y paso al cuento, incluido en el libro "El conde Lucanor". Lo he reducido y adaptado un poquito para que no os aburráis:

"hablando el Conde Lucanor con Patronio, su consejero, le dijo:

-Patronio, tengo muchos amigos, según creo, los cuales me prometen hacer cuanto me convenga, aunque para ello tengan que arriesgar vida o hacienda, e incluso me juran que estarán siempre junto a mí a pesar de cualquier peligro. Como sois de muy agudo entendimiento, os ruego que me digáis de qué manera podré saber si estos amigos míos harán por mí cuanto dicen".

Y Patronio, en lugar de responderle, le contó la historia de un hombre cuyo hijo se jactaba de tener muchos y leales amigos:

-Hijo, me sorprende que en tan poco tiempo hayas conseguido tantos amigos cuando yo, que soy anciano, sólo he conseguido un amigo y medio.

El hijo comenzó a porfiar, afirmando una y otra vez que era verdad lo que le contaba de sus amigos. Cuando el padre vio porfiar así a su hijo, le rogó que los probase de este modo: que matara un cerdo, que lo metiera en un saco y que fuera a casa de cada uno de sus amigos y les dijera que llevaba a un hombre a quien él había muerto.

Así lo hizo el mancebo y se fue a probar a sus amigos, como su padre le había mandado. Cuando llegó a casa de cada uno de ellos y les contó el peligro que corría, todos le dijeron que en otras necesidades le ayudarían, pero no en esta, porque podrían perder todo lo que tenían; y le pidieron, por Dios, que nadie supiese que había hablado con ellos.

Desilusionado, el hijo contó a su padre lo sucedido y éste le sugirió que fuese a pedir ayuda a la casa de su medio amigo. Así lo hizo y cuando, en medio de la noche, acudió a casa del hombre, éste sólo le miró, pensativo, y entonces se echó a la espalda el saco con el cerdo muerto, pensando que era efectivamente un hombre, lo llevó a la huerta y lo enterró en un surco de coles; volvió a ponerlas como estaban antes, y despidió al mancebo, al que deseó buena suerte.

- El medio amigo, no solamente se había jugado su vida y hacienda por un muchacho al que apenas conocía, sino que ni siquiera había hablado de ello con el padre del chico. Así que, Señor Conde Lucanor, podéis estar seguro de que hay algunos amigos verdaderos, pero son muchos más los que se llaman amigos sólo en la prosperidad y, cuando la fortuna es adversa, desaparecen".