Estupor

más que indignación, horror, asco o pena, es un sentimiento de incredulidad el que he experimentado al conocer que el gobierno va a liberar a este etarra de mierda.

Que ese cerdo ha cumplido ya veinte años de condena, que sólo le queda uno, que está débil, que no se qué y que no sé cuántos. Me importan tres cojones los argumentos de Rubalcaba y de Blanco. Ya me supongo que alguna razón tendrán para soltarle, pero esa razón no puede ser más poderosa que la que provocó su condena.

Seguro que algún letrado es capaz de justificar con la ley en la mano que tiene todo el derecho a irse a su casa, e incluso a salir libre. Sin duda es así, pero coger los códigos por los pelos para conseguir un objetivo ilícito se llama fraude de ley y en él está incurriendo el gobierno socialista.

Estimo que desde las trolas de Aznar sobre las armas de destrucción masiva no ha había habido una actuación tan vergonzante por parte del ejecutivo. Pedí entonces una marcha atrás inmediata e igualmente la pido ahora:

De Juana, a su celda ¡ya!