La acebeda

el sábado pasado intentamos subir al Nevero junto con nuestros amigos de Guadarrama. Digo intentamos porque al llegar al puerto de Navafría nevaba bastante y nos dio miedo dejar allí los coches por si luego no podíamos bajar. Nos estamos haciendo mayores ... (prudentes dicen otros).
El caso es que sustituimos la ruta montañera por otra algo más suave por la acebeda de Prádena y es cierto que no hay mal que por bien no venga, pues la ruta nos encantó.


Fue un paseíllo de unas dos horitas ida y vuelta, primero subiendo la ladera por la Cañada Real Segoviana y luego rodeando el bosque de acebos.
El bosque está rodeado de robles centenarios, de más de un metro de diámetro y cubiertos de musgo. Parecen los guardianes de la acebeda.
Al llegar a la parte más alta nos internamos en el acebal y, de repente, se hizo de noche. Es cierto que el día estaba muy nublado, incluso neblinoso, pero es que el bosque es tan tupido, que incluso las pupilas tardan en acostumbrarse. La falta de luz provoca que no crezca vegetación alguna bajo los acebos, y la humedad vuelve al suelo resbaladizo a causa del barro y los musgos. Un paisaje propio de gnomos o trasgos o algún bicho de esos que pueblan los cuentos de asturianos, vascos y cántabros.

Para volver a por los coches bajamos por las praderas que durante siglos pisaron los rebaños de la transhumancia. Un paisaje realmente hermoso con la llanura de Castilla la Vieja a nuestros pies y las alturas de los Montes Carpetanos a nuestra espalda.