huída

- Ya no lo quiero. Creo que no lo quiero ni un pedacito. – dijo en voz baja.

Ella miraba por la ventana. Le hablaba a su reflejo en el vidrio, tratando de convencerse de lo que decía.

Manuel la miraba desde su pequeña cama. No recordaba bien cómo había llegado ahí, la resaca le taladraba las sienes y miraba con los ojos entrecerrados a esa mujer a la que pensaba que amaba.

Ella dejó de mirarse, volteó y le dijo.

- Ayer era distinto. Ayer hubiera pensado otra cosa. Habría pensado, no sé. Que de repente sí podríamos haber estado bien, felices, como se dice... Feliz… como si yo supiera hacer eso..

Manuel la miró y le hizo una pregunta.

- ¿Qué haces ahí?

- Estoy pensando si quiero que te vayas o si quiero que te quedes. – le respondió.

- ¿A quien preferirías aquí? ¿A él?

No lo sabía. Estaba parada sabiendo que no sabía nada. Ni siquiera si era bella o fea. Si era buena o perversa. Si amaba u odiaba. A quién. No lo sabía. Y cómo saberlo.

- No lo sé. De repente mañana sí.

- Mañana… ¡Mañana! Hoy fue mañana y mañana va ser ayer y luego todos los días van a ser mañana. Puta madre.

Manuel se levantó y se vistió de golpe. Ella no sabia si detenerlo o no. Qué podría haber hecho para detenerlo. Qué podría haberle dicho si lo único que podía decir era.

- No sé.

Si quieres vete, pensó. Pero luego quedarse sola. De repente sola.

Manuel terminaba de abotonarse la camisa rápidamente. Levantó su bolso, su cámara de fotos, la miró por última vez.

Ella no volteó, sólo oyó la puerta cerrarse y sus botas bajar las escaleras de madera.
Se detuvieron.

Ella volteó y esperó que volviera. De repente él podía decirle qué hacer.