Víctima colateral

Hubo un tiempo en el que en el "Oeste americano", un lugar vasto y con muy pocos representantes de la ley, se utilizó la fórmula de la caza bajo recompensa para que los particulares ayudaran a capturar o a eliminar a los delincuentes. Las instrucciones eran simples, "se busca, vivo o muerto, se gratificará".

Como ilustración del post he colgado uno de los famosos carteles que aparecen en cualquier "western" que se precie. En él aparece la recompensa, los daguerrotipos de los forajidos en cuestión y el motivo por el que se pone precio a su cabeza. En este caso la recompensa es inusualmente elevada, pues se trata de los sospechosos de matar al presidente Lincoln.

No sé que instrucciones tenían los agentes de policía que acribillaron a Jean-Charles de Menezes en el metro de Londres, pero lo que sí sé es que no tiraron a herir, ni siquiera intentaron inmovilizar al chaval antes de meterle 6 tiros en la cabeza y un séptimo en el hombro.

"El Mundo" hace unos días, en un artículo en el que censuraba la actuación policial, usaba el verbo "reducir" para hablar de la acción de los agentes. ¿Tan influenciados estamos por la línea oficial que llamamos "reducir" a un hombre a dispararle por la espalda y a una distancia suficientemente corta como para acertar seis disparos en su cabeza? Quizá acribillar, asesinar, matar, ejecutar, ajusticiar, serían términos más adecuados.

Mientras tanto, en el Reino Unido el asunto ha sido más o menos tapado. Los agentes han sido exculpados. Se dice que los hombres que mataron al muchacho brasileño estaban nerviosos y cansados. Era un día de explosiones y muertes y hay que tener en cuenta el "desafío" al que se enfrentaban las fuerzas de seguridad. Nerviosos sí, no les tembló mano al hacer puntería, ni tampoco fueron llorando a confesar inmediatamente. Lejos de ello, trataron de echar mierda sobre el muerto; ora que si iba muy abrigado para esa época del año y podía llevar explosivos, ora que si no obedeció el alto de la policía. Culpable, sí señor.

¿Qué hubiera sucedido si el infortunado hubiera sido un niño bien de Chelsea o Kensington en lugar de un pobre desgraciado extranjero y sin papeles? Se admiten teorías al respecto.

ayer

me acerqué mucho al fuego y se me quemaron las pestañas
me abracé del árbol mucho rato
y se me treparon las hormigas

ahora me pica
y mi cabeza quiere irse corriendo
pero no puede

no se puede
¿cómo se hace cuando no se puede?

hoy

soy un barril vacío
un balde que se volteó en la arena
un avión que pierde altura
un águila ciega, dudando

como una nube que desaparece con el viento
un rayo de luz en la neblina
débil
una fuerza mínima, gastada
me veo desvanecer
y no hay tiempo de preguntar por qué.

TRES POEMAS

3.

Habítame el cuerpo de fuegos diminutos...

En incendio constante
arrastraré mi sombra
hasta el breve nido de tus aguas.

10.

Durante segundos
van quemándose mis poemas
en la punta de mi sangre
y aun así
sigo escribiendo...

¿Qué puede durar más?

¿Qué puede ser más fuerte

tu rechazo
o mi poesía?


11.

Un largo estirar de mis lágrimas
frecuenta mi sombra
y dialoga con las hormigas.

Difícilmente no hablen de ti.
Gabriel Cisneros

desde que comencé a estudiar Derecho, allá por 1989 no he dejado de sentir orgullo por los llamados "padres de la constitución". Yo les llamaría los ases del consenso. Aquellos hombres fueron, ante todo, diplomáticos capaces. Cada partido envió a sus mejores comerciales para debatir y acordar el texto que articularía y articula la convivencia política de España. Seguro que fue una dura negociación pero estaba claro que había de salir bien pues por delante de los intereses particulares habían puesto el bien de nuestro país, la luz del progreso para la España de la caverna y las sombras distorsionadas.

Gabriel Cisneros fue uno de estos hombres. Con 66 años no era uno de los más ancianos de entre ellos, pero una enfermedad se ha llevado su vida. Breve existencia para tan valiosos merecimientos.

Gracias, Gabriel. A estas alturas quizá no nos damos cuenta de que la "crispación" actual entre las fuerzas políticas no tiene parangón con la que había en 1976, y por desgracia olvidamos el valor de vuestra gesta constituyente. Luego comparamos entre los POLÍTICOS de entonces y los politicuchos de hoy y... se nos saltan las lágrimas.