La gota y la raya

parece que está de moda hablar de "valores", y de "convicciones". También está de moda pasárselos por el forro, tanto los ajenos (lo que no es nuevo) como los propios (esto si es nuevo).

Lamentablemente las convicciones y aún más los valores no son más que reflejos del corazón que las contiene y los corazones modernos son débiles y acomodaticios. ¿Cómo van a crecer fuertes si nosotros no lo somos? ¿como van a arraigar en nuestro entorno si las regamos tan de cuándo en cuándo? Ejemplo claro son las tertulias de bar, fanfarronas por naturaleza. "-Anda que a mí ..." "-pues si llego a estar yo ..." "-eso no lo aguantaría ni ..."; y la final nada. La gota colma el vaso habitualmente, pero nosotros, cobardes y medrosos, buscamos un vaso más grande y a aguantar el chaparrón. Eso es el hombre moderno, el de la falta de respeto al prójimo y a uno mismo.

Sólo una sociedad con límites, ya no los legales que comienzan a brillar por su ausencia, sino sobre todo morales, puede mantener la cabeza alta a lo largo de la carrera. Sólo un individuo que es capaz de establecer rayas y respetarlas puede evitar la deriva regresiva en la que nos encontramos. La Ley es importante sí, pero cumplirla por los valores que de ella emanan lo es más aún. Prefiero mil veces que un Bárcenas sufra exclusión social a que sufra prisión. Un sinvergüenza al que el resto niegue el saludo, con el que nadie quiera compartir restaurante, un individuo que sienta que la sociedad en pleno le rechaza, comenzará a sentir respeto ... o soledad.

Una sociedad que no espera a que la gota colme el vaso y que sabe auto limitar su egoísmo a base de líneas de convivencia es una sociedad humana. El resto, es individualismo animal.