faltan unos días para las elecciones

Iré a las urnas, aunque pocas veces me interesaron menos. Voto en un pequeño pueblo donde a día de hoy creo que sólo se presenta una candidatura (si hay más, no se han dado a conocer). Por otra parte, en mi autonomía, el resultado ya es más que previsible habida cuenta de la tendencia y de lo que cuentan las encuestas.

El ambiente en el país no es diferente. Parece como si, al igual que en Collado, sólo hubiese una candidatura. Hemos llegado a un punto en que ser "candidato" es un oficio. Y es un oficio tan estudiado, donde la pose está tan depurada, que un extranjero tendría dificultades para ubicar un político con su respectivo partido si le pedimos que relaciones nombre con siglas.

El desánimo cunde entre la población con derecho a voto. En esta misma página hemos publicado una encuesta preguntando qué puede significar el hecho de presentar a las elecciones a un candidato imputado en un proceso penal: la respuesta mayoritariamente elegida ha sido "creen que los electores son imbéciles". Pues por lo visto, al menos los dos partidos mayoritarios lo creen.

Conozco a gente que no va a ir a votar por vez primera en su vida. Otros se interesan por la manera de votar en blanco. Incluso conozco alguno que está entusiasmado con las concentraciones juveniles que se están celebrando en Madrid y otras capitales durante estos días. Magro consuelo.

Los más, en cualquier caso, desean votar. Pero ... ¿a quién?. Claman por gente capacitada y altruista, capaz de dejar de lado cómodos empleos y prometedoras carreras a cambio de agitar su vida como representantes del pueblo. Toda esta gente anhela poder volver a confiar su voto a alguien. Pocos o ninguno, sin embargo, cree posible la aparición milagrosa de un grupo de personas que dé un paso al frente. Es una tarea no para valientes, sino para héroes.