cuando era peque lo único que sabía de Escandinavia venía en los comics y se encarnaba en personajes tan dispares como Sigrid, la novia del Capitán Trueno, o los valerosos maquis que luchaban contra los nazis en "Hazañas Bélicas" o "Zona de Combate". Después, gracias a la geografía del cole, me enteré de que en Noruega había bonitos fiordos y que la Aurora Boreal dibujaba colores enLaponia (y no, Papa Noel no estaba de moda hace tantos años). Incluso llegué a oír que un tal Leif Eriksson ¡había descubierto América!
También tengo recuerdos del asesinato de Olof Palme, ampliamente llorado en la tele de dos canales. Suecia, Noruega, Finlandia eran por aquel entonces aquellos lugares donde se vivía muy bien aunque se pagaban muchos impuestos, el escaparate del socialismo y un referente moderno frente a la caduca lucha de clases. Y parece que el modelo funcionaba también en lo empresarial pues multinacionales como Volvo, Nokia y Ericsson dieron relevancia a la zona. El círculo se cerró unos años más tarde con la nueva invasión vikinga, en forma de muebles, cuando Ikea entró en nuestras casas por la puerta grande.
Últimamente Escandinavia campa en las librerías, y la novela negra del norte se ha adueñado de la mesilla de noche. Aparte del fenómeno Millennium (confieso que no he leído la famosa trilogía póstuma), las estanterías están llenas de Mankell, Lackberg y la otra Larsson (Assa). Hay que reconocer que las novelas son entretenidas aunque la mayoría son previsibles y de baja calidad literaria. Aún así invertir 10€ en un libro de bolsillo con las aventuras y desventuras del Kurt Wallander es un acierto en comparación con los 2,50€ que vale un periódico dominical. Al menos, los crímenes que investigan estos detectives del hielo, son ficticios.
Tienen mérito, e imaginación, estos escritores vikingos