Veo como la sociedad en la que vivo se depaupera año a año. No hablo sólo de mi aldea, de mi oficina, de la capital. Hablo también de los medios, de la educación de la gente, de mi empresa llena de sajones que piensan una cosa y dicen otra. Hablo de políticos que dirigen el destino de millones de euros y a los que yo no daría ni un puesto de soldado raso en mi empresa.
Faltan valores, sobre todo uno: generosidad. No somos solidarios sino cada día más individualistas. ¿Egoístas? quizá esté en nuestra naturaleza, pero antes era un defecto y ahora se aplaude al listillo, al "espabilao" que se pasa por el arco de triunfo las leyes y las buenas costumbres.
¿Hemos avanzado en algo? sí, seguro. Ahora la gente es más limpia, las calles más seguras, pero a la vez nadie está dispuesto a afear la conducta del guarro, ni a ayudar a quién está siendo vapuleado. Mirar para otro lado es políticamente correcto.
Hace unos meses, en un grupo de trabajo para mejorar el ambiente empresarial, se me ocurrió manifestar que deberíamos probar a ser un poco más generosos, apreciando el trabajo del de enfrente. Dando las gracias, que no cuesta nada, y también protestando, pero con educación y en el foro correspondiente. Diecisiete personas se quedaron calladas, escuchando mi perorata y los ejemplos con los que pretendía ilustrarla. Algunos asentían, otros me miraban como se contempla a un iluminado (condescendientes), y finalmente, el moderador, quien probablemente esperaba una adhesión sin fisuras al "maravilloso" ambiente existente, me interrumpió diciendo. "Sí, sí, pero no hemos venido a hablar de esto; estoooo, ¿hacemos una pausa para el café". Luego me llevó a un aparte y me preguntó si había tenido un mal día.
Nunca me habían dado la razón de esa manera.
Para acompañar, "Over my shoulder" con Mike and The Mechanics