Cachivaches

cuando era crío coleccionaba de todo. Amontonaba sellos, monedas, cajas de cerillas, canicas, cromos, pero ahora ... la verdad es que no tengo apego a casi nada. En casa me temen cada vez que me pongo a hacer limpia .

Pero al final no es tan fiero el zorro (o era el león) como lo pintan, e incluso yo, el archienemigo del almacenaje y azote de todos los Diógenes de mi familia, tengo algunos trastillos. Un objeto de allí, otro de allá. Vinilos que hace año que no oigo, libros que fueron a la estantería tras entregar sus últimas letras, álbumes antiguos, ...

Cada uno de estos cachivaches tiene su historia y van cargados de recuerdos. Por supuesto los más evocadores son las fotografías, mostrando rostros que hace muchos años que no veo, caras de niños que ahora son adultos, de ancianos que se fueron, lugares a los que quizá no regrese ..., pero también hay algunos pequeños objetos sin valor que sólo tienen sentido para mí. Son pequeños trastos que si un día pierdo irán directamente a algún cubo de basura.

Es extraño cómo puede caber tanto pasado en un naipe antiguo, en un par de guijarros o en un colmillo de tiburón. Debe ser que me voy haciendo viejo.