Huérfanos de letras
Hoy he comprado el ABC.
No tenía grapas, esa ventaja cacareada por todos (incluso por los que nunca lo compraron). Me gustó leerlo, incluso su decimonónica Tercera página. No vi muchas esquelas en su páginas centrales, otrora llenas de ellas. Paradójicamente, quizá la falta de referencias a otros fallecidos no anuncia sino que su luz se apaga, que los tiempos modernos prefieren otras cabeceras, que la gente, en general ya no se gasta el euro en periódicos. Total, los dan gratis a la puerta del metro.
Llevo un par de días pasando delante de la redacción del diario ABC. La calle está llena de papeles, periódicos desparramados para tapizar el asfalto y llamar la atención del viandante. Hay pancartas sobre la cabeza de un grupo de trabajadores. Dicen que la editora ha anunciado un ERE para despedir a 200 empleados.
Como no es un lugar muy céntrico, se podría pensar que la manifestación no llama la atención a la gente, pero en realidad no es así. En un área empresarial es precisamente donde la desgracia de los que se quedan sin empleo retumba con más fuerza. Hoy estuve a punto de parar el coche y unirme a ellos. Realmente no sé si la empresa tiene mucha o poca razón al programar estos despidos, pero lo que sí es cierto es que las empresas no tienen alma que romper, ni hijos a los que ocultar la desazón, ni estómago que acallar, ni depresiones esperándoles en la puerta de la oficina de empleo. Los trabajadores sí tienen todo eso. Y por ello, cuando no sabemos a quién culpar, al menos sí hay que saber a quién ayudar.
Yo además, egoístamente, no quiero quedarme huérfano de letras, y en ABC están los periodistas que con más arte las juntan en este país. Quizá no esté de acuerdo con sus opiniones. Demasiado a menudo no lo estoy. Pero desde luego, para leer algo que recuerde tímidamente a nuestra lengua castellana, no hay mejor lugar que éste.
Mañana compraré ABC.