domingos y músicas

los domingos que me quedo en Madrid son los únicos momentos que dedico a escuchar música distinta, a descubrir nuevas melodías o a recordar otras antiguas. Ayer tocó buscar en el baúl de YouTube y encontré un par de joyas del pasado. Espero os gusten:

Ganar

Ayer me llamó un compañero de Inglaterra. Quiere regalarle a su niño de 6 años la camiseta de la selección española. Me pedía que si le podía conseguir la segunda equipación, la blanca, pues parece ser que el chavalín ya tiene la roja. Parece increíble, un niño inglés que quiere las dos camisetas de la selección de fútbol de España. No obstante, no lo es. He vivido una temporada en Inglaterra y he visto la fascinación que despiertan el Barça, Nadal y la selección española en los críos. Les gusta el deporte y quieren ganar.




Supongo que a todos nos gusta ganar, ya desde pequeños. Con el tiempo, nos hacemos adultos y la mayoría de nosotros aprendemos a perder, o simplemente a que se puede vivir sin ganar siempre. Incluso algunos aprendemos prioridades y guardamos los ases para las ocasiones importantes. Es una cuestión, primero de buena educación, y después de auto defensa.

Los niños, sin embargo, sí quieren ganar siempre y no les importa mucho si su héroe es de su nación, o de otra. Ya se encargan Nike o Adidas de hacer que los ídolos suenen familiares en todos los idiomas. Cosas de la globalización. Lo importante para la mayoría es tener un héroe poderoso al que admirar y por eso nos extraña oír decir a un crío que quiere parecerse a un perdedor por muy español que sea, aunque ... hay gente para todo.


algo especial (something)

hay gente que tiene ... "algo". Ese atractivo intangible hace que los humanos que se mueven a su alrededor se sientan fascinados. Claro que a simple vista o en una primera impresión se ve que estas personas no son habituales. Guapos, listos, poderosos, pero a la vez ocultan algo, quizá ni siquiera ellos lo conocen, y este poder oculto convierte a los afortunados poseedores en foco de atracción. A veces es "carisma", que en la definición de Max Weber se parece bastante a lo que algunos líderes políticos o sociales tienen. Otras personas quizá no tienen esa autoridad pública pero gozan de un magnetismo del que difícilmente sus vecinos pueden escapar.

En 1944 nació en Somerset, Inglaterra, una mujer especial. Se llama Patricia Boyd. Estuvo casada diez años con George Harrison. Cuando éste comenzó a pasar de ella, tuvo un breve romance con Ron Wood de los Rolling y finalmente se casó con Eric Clapton, con quien pasó otros diez años de su vida. El matrimonio se rompió debido a los problemas del músico con el alcóhol.

El caso es que Pattie, cual Cleopatra moderna, tuvo a sus pies a varios de los mejores músicos de la Historia. ¿Qué tenía (o tiene, pues está vivita y coleando) esta mujer para despertar tal pasión en tres hombres tan famosos?  Es evidente que Pattie Boyd era una belleza, pero cualquiera de esos hombres podían elegir entre miles de admiradoras o buscafortunas y sin embargo la adoraron a ella.




Gracias a Pattie y para la posteridad, Harrison y Clapton nos dejaron dos de sus mejores y más conocidas canciones, ambas dedicadas a su musa:


Oporto

este fin de semana he conocido la última gran ciudad de la península que me quedaba en la agenda ...

O Porto, la cancela que cuida al Douro de las invasiones bárbaras es una bella ciudad con vocación de fortaleza. Melancólica, decadente, como todo Portugal. Más ibérica que aquélla Lisboa multirracial que llena de Tajo el océano y de océano al río. Creo que si he de elegir,  me quedo con la guardiana del Duero.



Ha sido una buena experiencia portuguesa, y a mi pesar muy adecuada para un fin de semana que comenzó alegre y se volvió amargo de repente. Portugal es quizá el lugar del mundo en el que la tristeza es un deporte diario, algo que se entrena, que te asalta en cada esquina y en cada atardecer. Es lo que da una tierra acostumbrada a despedir al sol durante tantos millones de años.



Hoy, en Galicia, otra dosis de "saudade" en el puerto pesquero de Vigo. Café negro, humeante y olor a tabaco de liar en un bar llamado "de las Almas Perdidas". Cosas de puertos de altura, donde los viejos sisean palabras que llaman a monstruos marinos y a barcos que ya no están.


"Exceed"

hay crisis pero la gente parece no haberse dado cuenta. No hablo de sufrirla, pues muchos lo están pasando mal. Hablo de superarla. En un entorno como éste la gente debería estar dando lo mejor de sí mismos por superar el bache, por mejorar su imagen de cara al mercado, por buscarse la vida. Los que aún tenemos trabajo tendríamos que estar luchando por mantenerlo y los que no, solamente deberían tener un objetivo en mente: salir de ésta.

Por desgracia no es así, el conformismo y la displicencia están a la orden del día. En un momento en el que aumenta la gente que lleva la tartera al trabajo y los restaurantes están vacíos no he percibido mejora alguna del servicio o la comida en la mayoría de los negocios hosteleros de mi entorno. Lejos de ello, los caretos de las camareras siguen siendo igual de bordes y su trato va en consonancia.

¿Ideas nuevas? ninguna. ¿En un mercado estancado como es el del automóvil serían de esperar ofertas atractivas que nos hicieran olvidar nuestras reticencias al gasto? Al contrario, parece que la guerra de precios es el único argumento que son capaces de pergeñar los avispados cerebros del Marketing. ¿Y en otros sectores? al margen de los omnipresentes productos MAC de Apple nada parece deslumbrar al personal para abordar compra alguna. A éste paso las rebajas van a comenzar en diciembre.

¿Y en la oficina? no hay cambios a pesar de vislumbrarse la guadaña. El vago sigue siendo vago y el currante, currante. El primero no cambiará aunque su empleo se vuelva inseguro (¡qué me echen!, dice alguno), el segundo seguirá a lo suyo sin llamar la atención o siquiera poner mala cara a aquél que pone en peligro el puesto de ambos. Qué triste, oye. Hace unos años mi empresa basó una campaña de marketing interna en el verbo inglés "exceed", algo así como rebasar o ir más allá de las expectativas. Cómo me gustaría que los españoles hiciéramos nuestro ese objetivo.

Y ahora, mira a los políticos y dime qué ves. España es un reflejo de ellos, y ellos ... de España. Borreguismo y conformismo, esa es nuestra seña de identidad para el siglo XXI.