Centuriones


no es difícil sentirse extraño en una conversación sobre política. Simplemente basta con no definirse como un ultra para que tus supuestos aliados critiquen tu "tibieza" y tus supuestos adversarios desconfíen de tu interés en siquiera entender sus posturas.

Volvemos a la sociedad del "centurión". Prietas las filas y a por ellos es el grito de guerra de unos. Ni un paso atrás, el de otros. Mientras tanto, en tierra de nadie y recibiendo estopa estamos unos cuantos que no nos resignamos a que unas siglas digan cuál es nuestra postura política. Estoy harto de oír que alguien que va a misa es de derechas y que alguien que tiene muchos hijos es del Opus. Pero es que es más fácil repetir un prejuicio que ahondar en busca de la verdad. "¡Vaya izquierdista de pega!, ¡mucho hablar de repartir pero ahí le ves con su Mercedes!"; "¿y aquél?, pepero de toda la vida y ahora casado de segundas con una colombiana".

En fin, no están bien vistas las excursiones ideológicas. Nada de mirar por la ventana a ver qué se cuece por ahí. Y menos tomar prestadas opiniones que te contaminen. Por desgracia, muchos de estos versos sueltos, hartos ya de incomprensión y fanatismo se han retirado de la brega y miran la batalla con indiferencia.

Menos mal que una de mis ventanas da a la blogosfera y entra algo de aire fresco.

Por cierto, a un buen chico de derechas nunca le gustaría esta canción:"Don´t stop me now"de Queen.

Rostros eternos

cuando paseo sin prisa y solo por un lugar de exposición, me gusta dedicar un buen rato a contemplar un solo cuadro y descubrir el mirón que llevo dentro, escudriñando escenas en busca de rostros de otro tiempo. Los pintores normalmente nunca inventaban caras, aunque quizá camuflaron alguna, y en la mayoría de los cuadros, como si fueran fotografías de album casero, inmortalizaron a personajes desconocidos, amigos, familiares o a cualquiera que el artista se había cruzado por la calle aquella mañana.

Y así paso tiempo buscando las miradas del pasado en las obras que contemplo. En ocasiones me podría tirar mucho tiempo, dada la cantidad de sujetos representados en el cuadro. "El entierro del Conde Orgaz" sería un buen ejemplo:

aunque a veces bastan un sólo un par de rostros cuando son tan intensos y misteriosos como los de este "Sueño de S. José" de Georges La Tour.


o un sólo rostro que vale por ciento, como éste último cuadro que siempre me ha inspirado mucho respeto, quizá por la severidad de este "Inocencio X", que acojonó incluso a Velázquez. Me hace sentir como si hubiera cometido algún pecado imperdonable, "unforgiven" , como dirían James, Lars y compañía

Roy



cuando vi la primera vez esta escena de mi película favorita me pareció extraña. Soy de una generación que creció viendo películas de pistoleros donde quedaba muy claro quién era el malo y quién el bueno. El malo era un tío habitualmente mal encarado, sin dobleces, al que se negaba la expresión poética. Un tipo plano, que sólo buscaba dinero, mujeres y putear al bueno. Un malo malísimo.

Sin embargo, el tiempo nos trajo malos de perfil alto, sujetos a los que a veces el guionista se empeñaba en exculpar a base de motivaciones, y por el camino se empeñaba también en ponérnoslo difícil a los espectadores. Nosotros, que íbamos a pasar un buen rato y a comer palomitas, salíamos del cine comiéndonos el tarro y dudando si el malo era el del parche en el ojo o el de la estrella en el pecho.

Así que, con los años y después de muchos pases de "Blade Runner", el robot de mala leche que encarnaba Rutger Hauer dejó de ser el malvado "replicante Nexus 6" para convertirse en Roy y descubrí que nunca estuve más cerca de un personaje de ficción. Paralelamente me vi juzgando al cazador, Rick Deckard, y concluir que tampoco era mal tipo, sólo un trabajador sencillo en un mundo complejo y enfermo. Pero el replicante ... Roy ... era algo más, era la vida misma, el dolor de lo perdido. Sus lágrimas, como las nuestras cuando perdemos la partida, eran verdad pura. Lo demás no importa. Vivir sí.

No hay nadie cómo tú


... ni como tú, ni como yo, nadie es igual a otro ni tiene por qué vivir la vida de otro. Es tan maravillosa la individualidad que no concibo como un ser humano puede no estar orgulloso de estar vivo. De pensar por sí mismo, de amar, de jugar, de opinar, de influir en su entorno, o de pasar por él de puntillas, a su elección.

Unos dirán que es una gracia de Dios, otros lo negarán y otros no sabrán qué pensar, pero todos, todos, debiéramos agradecer, aun a nosotros mismos, esa capacidad de elegir innata en nuestra especie ...

Nunca tan de acuerdo con la letra de una canción como con esta de Calle 13 (más Café Tacvba), y que da título al post, ""No hay nadie como tú""