¿Enfermos?

Hace un par de días una amiga me hablaba de su empresa refiriéndose a ella como "enferma". ¿Cómo puede estar enferma una empresa? me preguntaba mientras regresaba a la oficina. Y después de pensarlo me di cuenta de que no es un mal símil. Cuando ves que la desconfianza es la reina del edificio, que los rencores mal cerrados pueden a los éxitos comunes, cuando es más importante salvar el propio culo que colaborar para mejorar la situación de todos ...

¿Qué hacer pues? ¿cambiar de trabajo? en la vida personal es una opción: irse. Dejar a tu pareja, cambiar de amigos, romper con tu familia. Sí, es una opción.

Supongo que tras leer la última frase, la de la "opción", a ninguno se nos ha quedado una sonrisa de oreja a oreja. Y es que romper con todo es siempre doloroso para el que toma la decisión. ¿Por qué no seguir antes otras vías? Echarle huevos a la vida y enfrentarse a los problemas, tratar de cambiar tu entorno, tu oficina, tus amigos, tu pareja, tu familia es muy trabajoso, ingrato a veces, pero yo voto por no tirar la toalla antes de tiempo.

La vida no es tan mala, sobre todo si tratamos de cambiar lo que no nos gusta. Así que me voy a a poner ahora mismo a buscar un remedio para los "achaques" de mi entorno.

Una de clubes

el hombre es gregario por naturaleza dice la antropología, y el hecho es que allá donde mires, es más fácil encontrar personas en grupos que solas. Compartir opiniones, sensaciones, aficiones, es innato al ser humano, y ello nos convierte en uno de los bichos que más gustan de vivir en grupo.

Dos eventos del pasado fin de semana me reafirman en dar la razón a los antropólogos. Hablo de sendas celebraciones de boda, una de ellas en Madrid y otra en Estocolmo. Estaba invitado a ambas, claro, pero preferí asistir a la de Madrid, donde disfruté de una de esas oportunidades en las que puedes ver sin ser observado. Amigo lejano del novio y más lejano aún de la novia, asumí mi papel de mirón en la fiesta y así me fijé en los grupos que se formaban aquí o allá, la configuración de las mesas, la variable intensidad de los saludos y las despedidas ...


Por otro lado, la prensa rosa de esta semana habla de la otra boda, la de la heredera al trono de Suecia, quien se casó con un plebeyo como mandan ahora los cánones del protocolo real. Creoq que asistieron miles de invitados, pero me fijé en un grupo particular. Príncipes, princesas, reyes, reinas, infantas y demás jarca de herederos de un poder que se acaba, todos juntos en el club de los que añoran el poder perdido. Parecían una cubertería de plata dieciochesca a las que sólo se saca brillo para las grandes comilonas. Decadente, sí, pero aquí estoy, parecían decir al mundo. Y mientras tanto, ahí abajo tú, preocupado de la "crisis" y esas otras cosas de mal gusto.

Concluí que en toda reunión de gente se crean a su vez "grupitos", pequeños clubes de personas afines. Curioso. Seguiré observando.
escuchando a Ismael Lô en mi portátil mientras escribo este post, unas cuantas notas imaginadas entre dunas me trasladan en mi pensamiento a algún lugar inventado de África. Siempre me sucede cuando dejo que la música entre en mi cabeza sin prisa, en algún momento perdido del día. Quizá, al mismo tiempo, en otro lugar, real esta vez, haya un senegalés escuchando una melodía con raíces de guitarra española e imagine por un momento que está sentado en los escalones de la Alhambra o a la sombra de una encina de cualquiera de las dehesas castellanas, o frente a una playa del norte.

Belleza urbana


este año se celebra el centenario de la Gran Vía madrileña, una de las principales calles de Madrid para el tráfico rodado, y también para los peatones. Desde que se estableció el trazado que hoy conocemos, ha sido usada por nuestros tararabuelos, abuelos, padres, por nosotros mismos y lo seguirán haciendo nuestros sucesores. Quien sabe si un día los automóviles no necesitarán tocar siquiera su suelo y los peatones volverán a reinar sobre su calzada. Es la grandeza de aquellas cosas que trascienden las generaciones.

Ayer disfrutamos de una serie de cortos producida por el Ayuntamiento para celebrar el centenario. Historias de gente. Unas cuantas historias de personitas que se metieron en la pantalla del Cine Callao para hacernos recordar que cada esquina de la calle tiene vida, muchas vidas. Con ellos nos acordamos del sabor de los helados del Palazzo, del escaparate del Madrid Rock y de las escaleras del Cine Capitol. El letrero de Scheweppes se coló en la proyección gracias a Santiago Segura, que estaba entre el público, e incluso las gárgolas que cuidan algunas de las fachadas nos guiñaron un ojo demoniaco a lo largo del metraje.

A día de hoy no recuerdo una sensación mejor que la de andar por medio de la calle cuando llega el amanecer del domingo. Ningún coche, alguna copa de más y mucha alegría juvenil. Algunos años más tarde, vi una película en la que el protagonista se sorprendía en medio del sueño de una Gran Vía desierta. Nada nuevo, ¿no? Ah, y también me acuerdo de aquellos pasteles del Zahara que una de las lectoras del blog y yo compartimos en nuestra vida universitaria. Uhmmm.

Ayer, tras salir del cine, cogí el coche y recorrí la Gran Vía dos veces desde Princesa a Cibeles. Me encantó.

Una sonrisa por favor


Caminando por la vida te vas encontrando con gente de todo pelaje. Lustrosos, desastrados, dignos, humillados, prepotentes o humildes. Con todo, ninguno de esos adjetivos me dice nada sobre lo que me importa de una persona. Lo que realmente aprecio es encontrar gente que me haga la vida sencilla y me ayude a disfrutar cada día. Gente de esa que hace que la vida sea más agradable. Gente solidaria, gente amable. Los que forman este grupo son a veces personalidades muy trabajadas, gente abnegada que vive para los otros. Otras veces, son personalidades innatas, a quienes el azar dio la más preciada de las virtudes: la capacidad de hacer feliz al resto sin tan siquiera pretenderlo.