Spirit of the sea

hace unos diez años, un gran amigo me mostró esta maravilla. Siempre respeté a Ritchie Blackmore por lo que nos dieron los Purple, pero tras oír esto casi me paso de un salto al Folk. Con ustedes, mi canción favorita ...



I took a walk along the shore
To clear my mind about the day,
I saw a man I'd seen before
As I approached he slipped away...

I knew his face from years ago,
His smile stays with me ever more
His eyes, they guide me through the haze
And give me shelter from the storm...

As I walk I can feel him,
Always watching over me...
His voice surrounds me,
My Spirit of the Sea...

He went away so long ago,
On a maiden voyage far away
A young man then I did not know,
His life was taken that same day...

And it was almost like he knew
He wouldn't see me anymore
He looked so deeply in my eyes,
and said"Wait for me along the shore..."

And so I come most every day,
To watch the waves rise and fall,
And as I sit here on the sand,
This ocean makes me feel so small...

But I feel my lover by my side,
And he makes me follow my own heart
We'll be together some sweet day
When that day comes we'll never part...
When that day comes we'll never part...
Wait for me along the shore
"Perifollos"

no, no es el título de una peli porno. Ni el nombre de algún pueblo remoto de Castilla. Que no, hombre, perifollos es el nombre que se le da en la sierra a una hierbas que brotan en primavera, en el lecho de los arroyuelos que provoca el deshielo. El otro día me enteré que en lado sur de la sierra se llaman "corujas" (gracias Carmina!!)

No sé en qué momento de la Historia alguien decidió hincar el diente a estos perifollos, pero sí sé que debía estar canino. Desde entonces, en parte porque el hambre volvió por estos contornos durante muchos años y en parte porque después de un invierno de patatas con patatas no le viene mal al estómago una ensalada de lo que sea, los habitantes serranos degustan perifollos en primavera.

No son un gran manjar, pues saben a hierba y tienen un punto amargo, pero si los escoges bien, los más tiernos y de tallo más largo, tienen su encanto. Un poco de vinagre y sal y tienes una ensalada fresca, natural y gratis.

Y si además has subido bastante arriba a recolectarlos, haces ejercicio mañanero. ¡Qué sanos estos perifollos!
¿España, Europa?

trabajo en un departamento internacional y a menudo me parto de risa cuando mis compañeros me comentan su percepción de nuestro país. Joder, lo paleto que se puede llegar a ser viniendo de un país teóricamente "culto" ...
Los más cortos de mira son, sin duda, los ingleses. No saben idiomas, no viajan a países no angloparlantes (salvo a alguna playa llena de garitos para guiris) y eso les pasa factura. Pero claro, a veces hasta les entiendo, pues es difícil explicar la coexistencia de las siguientes imágenes dentro del mismo país:





Música en el Metro

esta semana he ido a trabajar en transporte público y he tenido ocasión de disfrutar y padecer a los muchos músicos que pueblan los rincones del Metro de Madrid. La verdad es que es un placer oír a algunos de ellos, como al violinista de Avenida de América. Siempre se pone al final de un largo pasillo y el sonido de su violín se va intensificando según te acercas. Me encanta.

Lo malo es que no todos tocan tan bien. Esta tarde, en el lugar que ocupa el violinista por la mañana había un guitarrista interpretando una canción de Dire Straits, ayer pasé cuando estaba interpretando Led Zeppelin. No era bueno, pero se dejaba oír. Al doblar la esquina, otro cantante, ahora del Este de Europa, interpretando una canción de su tierra que no parecía muy del gusto de aquí. El amplificador, además, estaba cascado y le castigaba más que ayudaba.

Al final lo bueno es que unos y otros sacan unas perras para pasar la penuria. Y es que, en estos tiempos, cada cual tiene que buscarse el jornal como puede.

una noche oscura

La noche era muy oscura. Los perros afuera ladraban. Carolina miró el reloj. 3:23am

Se levantó de la cama y se acercó a la ventana, abrió las cortinas. En el tenue reflejo de la ventana le pareció ver una sombra al lado de su puerta. Volteó pero ya no había nada. Miró hacia fuera, los perros volvían a sus camas. Prendió la luz de la mesa de noche y decidió no cerrar la cortina.

-Tengo sueño, voy a dormir ya.- dijo.

Se metió a la cama, cerró los ojos. El corazón latía fuerte. Respiró profundo. Recordaba su infancia, los juegos con su hermana Margarita, las témperas y crayolas, respiraba, los dibujos en las paredes, los vestidos de flores, los pies descalzos. Las remodelaciones de la casa, las corridas en la escalera. Risas, muchas risas. Los enormes ojos de Margarita diciéndole buenas noches.

Soñó que volaba sobre un parque. Podía pararse sobre las ramas de los árboles a observar a la gente ante la cual era invisible. Se sentía ligera, en libertad de volar hacia donde quisiera. Miró hacia abajo y entre el tumulto sus padres la observaban.

La noche estaba tranquila. El silencio lo abarcaba todo. Eran las 4:44 de la mañana cuando un ruido seco en en primer piso cortó la calma en dos. Carolina abrió los ojos. La luz amarilla de la pequeña lámpara de mesa seguía encendida, los perros no ladraron. Se levantó, se paró sobre el par de pantuflas, se puso encima un chal y abrió la puerta de su cuarto. Carolina se mantuvo dentro de su habitación, mirando desde el marco de la puerta abierta el interruptor de luz que la esperaba al otro lado del pasillo, al inicio de la escalera.

-Voy a ir por agua- dijo.

Llegó al interruptor y encendió la luz blanca de la escalera. Bajó con los pasos marcados por los fuertes latidos que le remecían el pecho.

Al llegar a la cocina y encender la luz un ratón escapó entre sus pies. Carolina contuvo un grito y dos lágrimas se escurrieron por sus ojos verdes. Tomó un vaso del gabinete. Lo acercó a la jarrita de vidrio y se sirvió un poco de agua. La tomó en pequeños sorbos.

Afuera los pájaros madrugadores ya empezaban a cantar. Los trinos y aleteos la acompañaban en el frío de la incipiente mañana. Sirvió un vaso más, tapó la jarra y salió de la cocina dejando la luz encendida. Al pie de la escalera notó que la luz blanca se había apagado y no recordaba haberlo hecho.

-Voy a subir y me voy a dormir- anunció.

Subió con pasos firmes. No quería tropezar. Al llegar al pasillo del segundo piso tocó el interruptor tal como lo había hecho minutos antes, pero la luz no se encendió.

Esperó, detenida, con el vaso entre las manos. Bebió un sorbo. Se acomodó el chal. Pensó en lo feliz que había sido de niña en esa casa. Recordó los juegos que jugaba con Margarita, la pared de colores, las herramientas de los obreros de construcción, la vez que desobedecieron a mamá y se escabulleron a la azotea que pronto sería el nuevo segundo piso. Recordó las risas, los nervios, las corridas y un empujón. Un grito intenso pero corto. Un ruido seco tras la caída.

Carolina lanzó hacia su cuarto el vaso de vidrio que al caer no se rompió, en cambio, rodó suavemente hacia ella.

Carolina no se movió. Sus ojos, fijos en el vaso que se acercaba en línea recta, no parpadeaban. Envuelta en el silencio sólo podía susurrar.

-Margarita ya no quiero jugar. Tengo sueño, por favor. Tengo tanto sueño.