A Julissa



Como un racimo de aire disuelto en la retina
Tu voz se acerca hasta alcanzar mis galaxias y rincones
Hasta dejar en mi aura tus imanes de esencia
Y elevarme.

Me ponés partículas de viento en la carne
Y estirás bosques de miel en mi esqueleto.

Como un puente de piedra que brota en la luz del agua
Tu jardín de planetas me envuelve
Hasta rozar lo indescifrable.

Como un huracán que surge en la raíz de tu nombre
Y como el fuego que logra romper sus cristales
Hasta aparearse con la vejez de cada lágrima
Inventás nidos en mitad del viento
Y me llevás a lamer lo infinito.

Me descifrás hasta hacerme nuevo
Y recogés las horas
Para que pueda finalmente
Nombrar la niebla.

Como un arbusto creciendo detrás de la mirada
Te detenés a contemplar la lluvia
Y te empapás con sus duendes.

Venís con relojes de arena en la bondad de tu pelo
Y grano a grano
Me hacés innovar mi presencia en las nubes.

Como una breve estación de sueño
Alargás tus palabras
Y las dejás aquí
Para que
Entre ángeles y silencios
Pueda intentar mis poemas.
¡¡¡ Las fiestas !!!

por fin, otro año más han llegado, las fiestas de Collado. Los del Parnaso me perdonarán el cutre pareado (vaya, otra vez), pues el entusiasmo collalbo me embarga, ¡ llegan las fiestas !, y para colmo, yo de vacaciones. Bien, bien.


La verdad es que de fiestas, lo que se dice fiestas, ya llevamos todo el verano. No en Collado, pero a quién le importa el sitio. Ya sea en Sotosalbos, La Matilla, Bristol o Lavapiés lo importante es que haya copas y mozas. Y algo de música, por supuesto.


Y por si alguno viene, para que vea el pueblo bonito y limpio, haremos la tradicional "hacendera" el lunes. Se trata de arrimar el hombro para limpiar un poco el villorrio, que con eso de que dejamos las puertas abiertas, se nos llena de polvo y bichejos. Ahí os dejo unas instantáneas del año pasado por si alguno se anima:

entre todos se tarda poco, ¡se aceptan voluntarios!



menos mal que tenemos los tractores ...





tras el currele y con el pueblo ya limpito, a recuperar fuerzas





una foto de todos, y a descansar un poquillo



Los abrazos no dados

el pasado domingo, en un dominical, me encontré con un texto cuyo título repito y del cual reproduzco unas líneas:

"inevitablemente, uno mira alrededor para comprobar si está abrazando lo suficiente a quienes le rodean y le importan.Y comprende que hay mucho abrazo vano y mucho besuqueo en el aire, pero que nos falta acercar el pecho, darse con el torso uno de esos toques profundos, una de esas transmisiones de afecto que el otro metaboliza, que acompañan" (...)

Maruja Torres. El País Semanal, 8 de agosto de 2009.


La autora parecía compungida preguntándose si había abrazado lo suficiente a alguien recientemente fallecido y pensé que es común a las personas sentir, normalmente con cierto dolor, que podríamos haber exprimido más la relación con los que se fueron.

En un plano más banal, abrazar nos agrada cuando estamos felices y nos reconforta cuando estamos tristes. ¿Por qué no lo hacemos más? pues no sé, hay tantas cosas en la vida que deberíamos hace y no hacemos. Pero tranquilos, queridos amigos, que yo no meteré lo de los abrazos en mi " to do list ". Ya sé que estáis hartos (y hartas) de que os sobe y os besuquee.

Besos a todos (digo, abrazos)

un final

Se acababa la noche y ya casi no quedaba gente. La vi caminando sola, acercarse a la puerta, esperar. El maquillaje se le había esparcido por la cara. Sus ojos estaban más negros que nunca.

zapatos para el frío

Sentado en la nieve Felipe estiró su brazo y tomó la zapatilla rosada. La miró de frente, le dio vuelta, metió el dedo índice. Lo llevó hasta la punta y empujó. Añadió el anular y empujó con más fuerza. Sacó los dedos, metió el pie derecho, que cada vez se hinchaba más, cuando su dedo gordo tocó la punta el talón seguía afuera. Sintió frío. El sudor en la espalda lo enfriaba más todavía.

Miró hacia arriba, no podría haber terminado de contar las estrellas. Ya se había apagado el fuego que salía del auto volteado que estaba quieto unos metros atrás. Empezó a tiritar. Intentó pararse pero el dolor era muy fuerte. Miró hacia la izquierda, el cuerpo frío de Luisa, descalzo, esparcido sobre la nieve parecía invitarlo a acompañarla.