aspiradora

La aspiradora de esta casa está cansada. Chilla. Porque así es el ruido que hace. Chilla y es horrible. Como un animal atrapado, esclavizado, pidiendo basta, ya no más. Si 10 años no son suficientes ¿cuántos serán? ¿Cuánto puede aspirar una sola aspiradora? Y es fea, roja pero fea. De algún modelo barato, parida por máquinas básicas.

Al artefacto avanza jalado por la manguera que succiona polvo, bichos, pedacitos de pan, cenizas, telarañas y polillas. Tiene unas ruedas traseras y vista de lejos es como si se arrastrara a un oso perezoso de una trompa frankesteinmente adquirida, por imposición crecida. Lenta y casi trágicamente.

Estuvo hace poco en mi cuarto alfombrado cumpliendo la tarea que la esclaviza y sí, está todo limpio, pero hay como un halo de tristeza, átomos de apatía, pequeñas partículas de resignación.
un universo detrás de mi almohada.
extraña memoria

y extraña la selección de recuerdos que guarda. Parece producto del azar cómo conseguimos recordar un rostro que no hemos visto desde hace una barbaridad de años y, sin embargo, a veces no conseguimos evocar el de quien nos presentaron ayer mismo. Sucede algo similar con el argumento de una película o relato. Somos capaces de recordar frases enteras aparentemente sin importancia, pero olvidamos párrafos que tuvimos que repasar un montón de veces.

Hace un rato, comentaba en el blog de Princess Valium acerca de la recreación televisiva de "La Plaza del Diamante", de Mercè Rodoreda. Creo que la produjo TVE hace unos veinte o veinticinco años. Era una historia triste, íntima, pero cotidiana, de una muchacha del barcelonés barrio de Gracia. La protagonista era Paloma, encarnada por Silvia Munt. Paloma era la dueña de una vida con más penas que alegrías. Sus ojos, casi siempre melancólicos, nos enseñaron cómo vivieron los jóvenes barceloneses la breve República, el intenso horror durante la guerra, y la resignada vida adulta de la postguerra. También nos enseñaron el cielo de Barcelona, desde la azotea donde Columeta tenía su palomar. Y por supuesto, la vida al ras del suelo en un barrio obrero de una gran ciudad, no más que una pequeña aldea entre edificios.

Viene a colación la pobre Paloma porque, habiendo visto solamente una vez la serie y sin haber leído nunca el libro, me acuerdo perfectamente de aquella Plaza del Diamante, de Columeta y de algunos de los personajes que compartieron su vida, incluso tengo la imagen de los trajes que llevaba. Qué cosas. Siempre pienso que sería más listo si consiguiera liberar mi memoria de tantos archivos dispersos, pero desde luego, también sabría menos cosas, pues qué es el saber sino poder evocar las imágenes escondidas en alguno de esos armarios grises que palpitan ahí dentro.
¿dónde está el límite a la libertad de expresión?

Desde hace dos semanas mi estrés tiende a cero. Muchos días libres, cierre de año laboral, deberes regaleros hechos, ... así que llevo unos días observando la realidad con cierta tranquilidad y desde alguna altura. Ello permite ver algo más claro, y sobre todo más sosegado.

He aquí que en mi estado observo la homilía de la plaza de Colón y me digo, "muy bien hombre, así me gusta, reunión familiar de gente con las mismas inquietudes, olé por los "kikos" y demás fauna cristiana". Luego leo los resúmenes (sesgados sin duda) de lo proclamado por alguno de los oficiantes y me digo "ahí va la hostia (nunca mejor dicho), tiran a dar estos tíos. No piaron igual cuando negociaban los cuartos con De La Vogue", pero a la vez pienso para mí mismo que nunca me ha molestado que alguien declame en público. Estamos en un país libre.

Y al día siguiente leo los diarios y oigo las reacciones de los que se creen próceres de la patria. Opiniones de todo pelaje pero sin duda todas cargadas de la VERDAD absoluta. Parece que los políticos se creen sabios por haber salido elegido por el pueblo, que no Elegidos por deidad alguna. "¡Gran escándalo! ¡gran verdad! ¡los obispos a las iglesias! ¡no, a las palestras!" Sandeces.

Hoy, un vocal del Consejo General del Poder Judicial, D. Alfons López Tena, ha dicho que "(...)la libertad de expresión y la de manifestación existen en beneficio de que cualquiera, incluso la Iglesia, pueda defender lo que estime oportuno, estén o no de acuerdo los demás, y especialmente si está en contra del gobernante. Es el mismo derecho que ampara quemar fotos del Rey, y tan ilegítimo es condenar penalmente a los autores como amenazar a la Iglesia con revisar sus privilegios fiscales, asignaciones económicas y primacía simbólica estatal, por manifestarse en contra de la política del gobernante (...).

¿qué opinan los lectores del blog? ¿vivimos en un país de masones, de curillas o simplemente nos quejamos demasiado por opiniones que no nos gustan?

un ampay

llegué a las tres de la mañana
y fui por mi cepillo de dientes

a simple vista todo andaba normal



pero mirando más de cerca
(o de repente con otro ojo)
podía darme de cuenta de que dentro de ese vaso mohoso
y a esa hora de la madrugada
estaban pasando cosas,


algunas más románticas que otras.