Programas de opinión

Me gusta oír los programas de tertulia política, o mejor dicho, me gusta a ratos. Disfruto con intervenciones cortas, claras y humildes de cada uno de los contertulios. Odio por contrario, las interrupciones, las clases magistrales y las tanganas. Es un placer escuchar a grupos de tres, cuatro personas con un nivel intelectual alto y gran experiencia debatiendo sobre asuntos importantes para todos. Siempre atiendo con atención a esos periodistas y analistas, y les envidio pues soy muy bocazas y un poco cotilla y a mí también me gustaría opinar después de haber indagado por los intersticios del Congreso y de los partidos.

De la oferta radiofónica, me gusta particularmente "Herrera en la Onda". Lo pongo en el coche cada mañana mientras voy a trabajar y aprendo un montón con Carlos Herrera y con sus eventuales colaboradores Hermann Tertsch, Pilar Cernuda, Nicolás Redondo, Carlos Rodríguez Brown, Antonio García Barbeito y otras mentes preclaras.

En la "tertulia" deportiva o del corazón la cosa cambia demasiado. Debe haber cierta relación entre el volumen de la discusión y el índice de audiencia para que la chusma chabacana monopolice los platós de televisión y los estudios de radio en los programas que versan sobre estas dos materias. Definitivamente, me quedo con la tertulia política.
Yo también me derrumbé.
Como muestra, un botón

en casa de los Trillo-Figueroa no encontraron la fórmula mágica de la que hablé en el artículo anterior. ¿Cómo explicar sino que el ex-ministro Federico tenga por hermano a este impresentable? El angelito, que pasó varios años a la sombra por tráfico de drogas, se dedica ahora a dejar a la abogacía, y de paso a su familia, a la altura del betún.

Últimas noticias: "El Solitario" ha pedido cambio de abogado. Era cuando menos curioso que un delincuente tan inteligente tuviera un abogado tan incompetente.
Últimas noticias bis: El Colegio de Abogados de Madrid sigue sin pronunciarse sobre la escandalosa actuación del "letrado". Excelente imagen, sí señor.
La fórmula mágica

casi nadie en mi entorno ha tenido hijos hasta pasados los 30, y es por esta razón por lo que los pocos nenes que circulan por mi vida todavía son demasiado pequeños para que ni sus padres ni yo nos preguntemos qué va a ser de ellos cuando sean adultos. De momento reímos sus gracias, sus primeras palabras, las sorpresas que nos dan al aprender tan rápido. Sin embargo, mis amigos buscan ya la fórmula mágica para que sus hijos vayan "por el camino recto", al menos hasta que tengan la madurez suficiente para elegir por sí mismos qué hacer con sus vidas. Sería fantástico que encontrásemos una poción, al estilo de Panoramix, y mantener a nuestros niños libres de malas influencias, de trastornos psicológicos, de experiencias negativas, pero ¿existe esa secreta receta?


Miro a mi alrededor, y veo familias con hermanos tan diferentes entre sí que parece que se han criado en distintos hogares. Y no hablo de carácter. Hablo de eso que llamamos "la buena educación" o la mala para ser más exactos. ¿Por qué hermanos que han ido al mismo colegio, con edades similares y viviendo en la misma casa desarrollan trayectorias morales muy distintas? Es una incógnita para la que ni el más insigne pedagogo tiene una explicación plausible.


pena


C R A S H

creo que se me rompió el corazón.

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drop drop drop drop
una lágrima
luego otra
una lágrima
y otra.

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B U M

es la pena que de pronto explota.

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P L O P
hace el sonso de condorito.

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me gustaría conocerte de nuevo.

me gustaría.

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