Un día mando todo A TOMAR por culo y ...
¿Y QUÉ vas a hacer? A VER ¿ a qué no hay huevos para dejar lo todo y hacer lo que realmente te gusta? Bueno, eso suponiendo que TÚ sepas lo que realmente te gusta ...
Sí, VALE, yo tampoco tengo las cosas muy claras pero sí sé que estoy HASTA LOS HUEVOS de todo
¿todo? ¿y qué es TODO?
El jefe, la suegra, los albañiles, el amigo pesao, el cliente coñazo y el proveedor, la vecina, el mal tiempo, la mala cara, la del banco, la del otro banco, el de TELEDIARIO, los griegos y los que se hacen los suecos, ...
buf, visto así ..., es como para mandar todo a tomar por culo.
cuadriga
Memoria histórica
recuerdo que cuando era un crío, hace unos 25 años, las señoras del pueblo todavía se ataviaban con un pañuelo en la cabeza. Unas lo llevaban y otras no, pero nadie se extrañaba ni de lo uno ni de lo otro.
Unas décadas antes, hace unos 50 años, el señor sacerdote podía afear la conducta de las muchachas basándose en cualquier precepto divino. Esas mismas muchachas podían ir a la escuela, pero sólo si su padre lo consideraba adecuado. Su padre también tenía autoridad para decidir si se casaban o no y con quién. Una vez casadas, la potestad para valorar si su comportamiento era el correcto o no pasaba a sus maridos, quienes eran dueños de todo lo suyo, e incluso validaban con su firma cualquier compromiso legal de sus esposas: un contrato de trabajo, una cuenta bancaria, una compra-venta ...
Hace un par de años comenté con un pakistaní todo esto. En ese momento su familia le estaba buscando esposa en Pakistán y al oír lo que le decía me dijo tan contento: "pues no somos tan distintos". Efectivamente, pensé, sólo nos separan 50 años de evolución cultural y libertad espiritual.
Estos días volví a esa reflexión a propósito de la conveniencia de permitir llevar pañuelo o no a la chavala musulmana de Pozuelo. La gente hace juicios de valor propios de otras épocas, mientras yo no veo el debate por parte alguna salvo por el interés de llenar tertulias o vender diarios. Hoy la mayoría de la sociedad española es suficientemente madura como para no asustarse porque una chica lleve velo, crucifijo o rece a Jehová durante el recreo. Por suerte, ya sólo hemos de examinar si el asunto es legal o no. Lo del pecado quedó atrás, hace tiempo.
Pareja - Diario Siglo XXI
Ecologismo: ¿lo tienes claro?
yo no, la verdad.
Durante un tiempo pensé que yo era ecologista, al menos los síntomas lo decían: socio de ADENA desde pequeño, incontables árboles plantados, subir montañas como actividad favorita , defensor del transporte público ..., pero a la vez otras de las cosas que hago contrarían esta percepción. A saber, llevo un coche bastante pesado, uso el avión con frecuencia, me gusta más la carne que la lechuga, ...
¿Qué soy pues, ecologista, urbanita, pasota, inconsecuente? A veces, hasta he llegado a tener remordimientos por mi modo de vida insuficientemente "ecológico". No soy capaz de aclarerme, y mientras tanto, la publicidad institucional me machaca con el cambio climático, con la comida ecológica, con el estilo de vida sano.
Con todo, reconozco que el rollo ecologista institucional me marea. Y me cansa. Estoy harto de que los gobiernos nos pidan sacrificios a los ciudadanos para reducir las emisiones, para reciclar con eficiencia, para ahorrar energía ... y que luego se gasten el dinero en gilipolleces. Por ejemplo me indigna que me digan que los paneles solares son deficitarios. ¿Y acaso no provoca déficit el coste de cada "inauguración-autobombo"? ¿y el coste de los monumentos de gusto dudoso? ¿y el de los programas cutres de las cadenas públicas? ¿y el de remediar las cagadas de banqueros sin escrúpulos largamente aplaudidos por los mismos que hoy nos hacen pagar sus desmanes?
Cualquier autónomo sabe que no hay beneficio sin inversión, pero en este país vivimos pendientes del "cortoplacismo" de pequeñas victorias sin mucho esfuerzo. Los gobernantes no se plantean que en un plan de inversión a cincuenta años las energías renovables pueden suponer una fuente de ahorro de costes. Tampoco que potenciar la ingeniería ecológica, la ciencia medio-ambiental y la investigación en cultivos o ganadería sostenible es una apuesta para el futuro. Mientras tanto, nos exigen diligencia para llegar a objetivos loables, pero nimios.
¡Qué país, qué fatiga!
yo no, la verdad.
Durante un tiempo pensé que yo era ecologista, al menos los síntomas lo decían: socio de ADENA desde pequeño, incontables árboles plantados, subir montañas como actividad favorita , defensor del transporte público ..., pero a la vez otras de las cosas que hago contrarían esta percepción. A saber, llevo un coche bastante pesado, uso el avión con frecuencia, me gusta más la carne que la lechuga, ...
¿Qué soy pues, ecologista, urbanita, pasota, inconsecuente? A veces, hasta he llegado a tener remordimientos por mi modo de vida insuficientemente "ecológico". No soy capaz de aclarerme, y mientras tanto, la publicidad institucional me machaca con el cambio climático, con la comida ecológica, con el estilo de vida sano.
Con todo, reconozco que el rollo ecologista institucional me marea. Y me cansa. Estoy harto de que los gobiernos nos pidan sacrificios a los ciudadanos para reducir las emisiones, para reciclar con eficiencia, para ahorrar energía ... y que luego se gasten el dinero en gilipolleces. Por ejemplo me indigna que me digan que los paneles solares son deficitarios. ¿Y acaso no provoca déficit el coste de cada "inauguración-autobombo"? ¿y el coste de los monumentos de gusto dudoso? ¿y el de los programas cutres de las cadenas públicas? ¿y el de remediar las cagadas de banqueros sin escrúpulos largamente aplaudidos por los mismos que hoy nos hacen pagar sus desmanes?
Cualquier autónomo sabe que no hay beneficio sin inversión, pero en este país vivimos pendientes del "cortoplacismo" de pequeñas victorias sin mucho esfuerzo. Los gobernantes no se plantean que en un plan de inversión a cincuenta años las energías renovables pueden suponer una fuente de ahorro de costes. Tampoco que potenciar la ingeniería ecológica, la ciencia medio-ambiental y la investigación en cultivos o ganadería sostenible es una apuesta para el futuro. Mientras tanto, nos exigen diligencia para llegar a objetivos loables, pero nimios.
¡Qué país, qué fatiga!
Colonia
un día como hoy, en abril de 1944, una escuadrilla de bombarderos norteamericanos B-17 sobrevuelan el cielo alemán. Es un trabajo cotidiano que llevan realizando día tras día desde hace un año. Los americanos realizan sus raids de día bajo fuego enemigo pero con gran precisión. Sus aliados británicos, sin embargo, realizan sus misiones de noche, de una forma más imprecisa, pero más segura para los aviones.
Es de suponer que los pilotos ingleses saben que muchas de sus bombas caen sobre zonas civiles, pero a estas alturas de la guerra lo importante es que caigan dentro de las fronteras alemanas, nada más.
Poco a poco, industrias y ciudades quedan destruidas, arrasadas por toneladas de bombas. Me impresiona sobremanera esta famosa fotografía de la catedral de Colonia, saliendo de entre las ruinas. El puente sobre el Rhin hundido en el río, la estación de tren despedazada, y la catedral casi intacta pero oscurecida por las columnas de humo.
Los bombardeos seguirán cayendo sobre Alemania hasta el fin de la guerra, destruyendo toda industria alemana más grande que un taller. Colonia recibe en total 262 mortíferos raids aéreos, que culminan el 2 de marzo de 1945, con un ataque combinado de 858 bombarderos de la Royal Air Force. El ataque, diseñado para debilitar la defensa de la ciudad por parte del ejército alemán, apenas roza la infantería germana, pero termina de reducir Colonia a una montaña de ladrillos rotos.