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Una de clubes

el hombre es gregario por naturaleza dice la antropología, y el hecho es que allá donde mires, es más fácil encontrar personas en grupos que solas. Compartir opiniones, sensaciones, aficiones, es innato al ser humano, y ello nos convierte en uno de los bichos que más gustan de vivir en grupo.

Dos eventos del pasado fin de semana me reafirman en dar la razón a los antropólogos. Hablo de sendas celebraciones de boda, una de ellas en Madrid y otra en Estocolmo. Estaba invitado a ambas, claro, pero preferí asistir a la de Madrid, donde disfruté de una de esas oportunidades en las que puedes ver sin ser observado. Amigo lejano del novio y más lejano aún de la novia, asumí mi papel de mirón en la fiesta y así me fijé en los grupos que se formaban aquí o allá, la configuración de las mesas, la variable intensidad de los saludos y las despedidas ...


Por otro lado, la prensa rosa de esta semana habla de la otra boda, la de la heredera al trono de Suecia, quien se casó con un plebeyo como mandan ahora los cánones del protocolo real. Creoq que asistieron miles de invitados, pero me fijé en un grupo particular. Príncipes, princesas, reyes, reinas, infantas y demás jarca de herederos de un poder que se acaba, todos juntos en el club de los que añoran el poder perdido. Parecían una cubertería de plata dieciochesca a las que sólo se saca brillo para las grandes comilonas. Decadente, sí, pero aquí estoy, parecían decir al mundo. Y mientras tanto, ahí abajo tú, preocupado de la "crisis" y esas otras cosas de mal gusto.

Concluí que en toda reunión de gente se crean a su vez "grupitos", pequeños clubes de personas afines. Curioso. Seguiré observando.

Una sonrisa por favor


Caminando por la vida te vas encontrando con gente de todo pelaje. Lustrosos, desastrados, dignos, humillados, prepotentes o humildes. Con todo, ninguno de esos adjetivos me dice nada sobre lo que me importa de una persona. Lo que realmente aprecio es encontrar gente que me haga la vida sencilla y me ayude a disfrutar cada día. Gente de esa que hace que la vida sea más agradable. Gente solidaria, gente amable. Los que forman este grupo son a veces personalidades muy trabajadas, gente abnegada que vive para los otros. Otras veces, son personalidades innatas, a quienes el azar dio la más preciada de las virtudes: la capacidad de hacer feliz al resto sin tan siquiera pretenderlo.
A contracorriente

como buena sardinilla, uno suele dejarse llevar por la corriente. Es cómodo y te sientes arropado por millones de semejantes. Estamos tan acostumbrados a la rutina, a hacer "lo de siempre" o lo políticamente correcto, que tiene algo de rebelión el simple hecho de cambiar de tercio antes de tiempo y por un día dejar de ser sardina y promocionar a salmón.

Sienta bien.


Pensar con claridad

dicen que tomarse unos días de descanso ayuda a "desconectar" del barullo habitual que es nuestra vida. Y es cierto, porque a veces creo que de los siete días de la semana muero un poquito en cinco de ellos y sólo vivo los dos restantes.

Viajar a un lugar distinto al habitual, hablar con gente distinta, probar nuevos platos, aprender las reglas de un nuevo juego, ... esas cosas me reviven.

Eso sí, rompo una lanza por los "de siempre" que me hacen sentir bien esos findes de invierno en los que "estar con casi nadie" es tenerlo todo.

Para vosotros, zorros ...

Cachivaches

cuando era crío coleccionaba de todo. Amontonaba sellos, monedas, cajas de cerillas, canicas, cromos, pero ahora ... la verdad es que no tengo apego a casi nada. En casa me temen cada vez que me pongo a hacer limpia .

Pero al final no es tan fiero el zorro (o era el león) como lo pintan, e incluso yo, el archienemigo del almacenaje y azote de todos los Diógenes de mi familia, tengo algunos trastillos. Un objeto de allí, otro de allá. Vinilos que hace año que no oigo, libros que fueron a la estantería tras entregar sus últimas letras, álbumes antiguos, ...

Cada uno de estos cachivaches tiene su historia y van cargados de recuerdos. Por supuesto los más evocadores son las fotografías, mostrando rostros que hace muchos años que no veo, caras de niños que ahora son adultos, de ancianos que se fueron, lugares a los que quizá no regrese ..., pero también hay algunos pequeños objetos sin valor que sólo tienen sentido para mí. Son pequeños trastos que si un día pierdo irán directamente a algún cubo de basura.

Es extraño cómo puede caber tanto pasado en un naipe antiguo, en un par de guijarros o en un colmillo de tiburón. Debe ser que me voy haciendo viejo.
Sé que lo que hiciste ...


La semana en la que me cambiaron de jefe no fue una gran semana, pero supongo que una semana dura poco y como mañana es lunes tendré oportunidad para estrenar una nueva. Mañana mi nuevo jefe tendrá una antigüedad razonable y ya no estará de moda.

En esa misma semana fui a ver al Atleti al Calderón. Hacía unos años que no lo hacía pero recordaba perfectamente las sensaciones que se experimentan viendo fútbol en ese estadio. Por desgracia el fútbol sólo lo puso el equipo visitante: tampoco fue una gran semana para el Atleti.

El fin de semana de esa mediocre semana también fue mediocre. Viernes casero y sábado pueblero, pero no había apenas gente en el pueblo, así que no hicimos nada del otro mundo. Snif. Unas copillas y trabajos de mantenimiento. Ni un miserable paseo serrano.
Lo dicho, qué bien que el año tiene 52 semanas. Mañana más.
¡Muera el buzón!

no sé vosotros pero a mí el correo me satura. Y no me refiero al correo electrónico, sino a las cartas de toda la vida. Diariamente me llegan 4 ó 5 sobres de bancos, de tiendas, de tarjetas de no sé qué o no sé cuál, de papeluchos varios que se van acumulando hasta que los abro en un rato perdido del fin de semana. Además, no sé qué tiene el papel, pero igual que cuando me llega una información del correo electrónico la despacho enseguida, me cuesta mucho tirar un papel a la basura si no lo he leído y releído.

Por suerte mi conciencia ecologista me ayuda en esta tarea y ya he pedido a los suministradores que me manden las facturas por Internet. Primero fue el proveedor de aDSL. Con la compañía del gas y de la luz tampoco ha habido problema, pero con los bancos no hay nada que hacer. Lo que les cuesta evolucionar, oye.

¡Si incluso los bancos on-line me mandan papelotes a casa!.

Harto estoy, y ya me he decidido, no voy a abrir la puerta a ningún cartero más. No, ni siquiera a ti. No insistas. Mi decisión es inamovible ...

¡Vendo! ¡vendo! ¡vendo!

hace unos meses salí del trabajo y tras entrar en El Corte Inglés, tres personas distintas se dirigieron a mí confundiéndome con un dependiente. Lo vi más o menos lógico en los dos primeros casos porque yo iba vestido con traje, al igual que los empleados de la planta de ropa de caballero. Con la tercera persona que me preguntó, ... ya no lo vi tan normal. En ese momento estaba en la sección de alimentación, frente a un frigo lleno de yogures ...
Desde entonces, cada vez que entro en el Corte me quito la corbata.



Hoy me ha vuelto a pasar algo similar. De nuevo por mi culpa, claro. Ir a Alcampo el día antes de Nochebuena, con pantalones negros, jersey de lana rojo, y con los dependientes verdaderos escondiéndose ante la avalancha de clientes ... es un cóctel peligroso. Una señora me ha preguntado por un libro y otra por unas plantas. Varios más me han mirado de reojo, incluso diría yo que con rencor (debían pensar que también me escaqueaba).

Al menos tengo el consuelo de que con esta cara de dependiente que gasto, si pierdo mi empleo actual pronto encontraré uno en alguna gran superficie.

Propósito de enmienda: prometo que para el 2010 aprenderé a camuflarme con mis semejantes. No más confusiones. ¡Quiero ser un cliente del montón! Y empezaré mañana mismo. Me iré al Centro y nada más llegar compraré un gorro cabeza-de-reno de los que se llevan este año, no sea que me confundan con un taxista o peor, con un político.
Palabrostias

tenemos un compañero italiano al que le enseñamos expresiones en español todos los días. Algunas son útiles, otras ... son para ponerle en problemas y reírnos un poco de él como aquel día que le mandamos a casa con un papelito que tenía que leerle a su mujer: "... te voy a poner mirando a Cuenca ... ", decía.

El caso es que cada uno a veces oímos algún comentario y el "spaguetti" lo repite, con su acento particular y nos pregunta qué significa. Ah, ¡es tan rico en jergas el castellano! y a veces no hay manera de explicar qué quiere decir la palabreja de marras, sobre todo cuando son tacos.

Ayer, paseando por la calle oí a un paisano decirle a otro, "déjate de chorradas, ... a mi eso me suda los cojones". Buf, ¡menos mal que no andaba el italiano cerca!
Deprisa, deprisa

a veces pienso la principal causa de los males de este país es que hemos cambiado mucho en poco tiempo.
Hemos pasado de una sociedad rural a una urbana en poco menos de 40 años, de la dictadura a la democracia en 30 años, de la furia consumista al ecologismo puritano en 20 y de la devaluación continua de la peseta a la fortaleza del euro en menos de 10.
Los cambios han de ser paulatinos, sosegados, tranquilos. De otra manera no pueden ser asimilados correctamente. Personalmente me encanta la ruptura, el contraste, la velocidad, pero la realidad me dice todos los días que no todos circulamos al mismo ritmo.
Pero para llevarme la contraria, siempre hay alguien que puede descubrirme que algo rápido también puede ser pausado, sosegado, tranquilo. Con ustedes ... Tracy Chapman y su "Fast Car" ....

El roce de tu piel

a veces me parece que estamos educados para sentir miedo. De niños somos espontáneos sin duda, pero la vergüenza crece con los años y los sentimientos quedan ocultos, cerca de la piel, pero siempre bajo de la superficie.

He visto una película en la que un hombre y una mujer recuerdan su romance de 25 años atrás. Aún se atraen, pero se mueren de miedo ante la perspectiva de expresarlo. Entre silencios y evasivas suena la música, y bailan al compás de los acordes de una canción cantada con letra española y alma de frontera. La melodía les envuelve y despoja de sus prejuicios. Se tocan, se acarician, caen las ropas y las miserias se olvidan ...

Un rato después, tras el clímax, los cuerpos yacen y las mentes se liberan. Palabras ahogadas media hora antes ahora fluyen sin freno y ambos hablan sin tapujos de sus verdaderos sentimientos. Sin duda ambos se consideran afortunados por haberse liberado de prejuicios y ataduras , pero estuvo en su mano hacerlo antes y sin embargo pasaron años mirándose de soslayo y probablemente echándose la culpa uno a otro de su mutua infelicidad.

Extraños seres los humanos.

Me quedo con la parte bella de la historia y me alegro de que una caricia sea capaz de romper la más hermética armadura. Quizá tengáis algún recuerdo similar. Os pondré música para ayudaros a evocarlo.

La crisis de los ...

cuando yo era adolescente ya se oía que Fulano o Mengano estaban en "la crisis de los 40". Quien hacia el comentario solía hablar en plan condescendiente, e incluso a veces despectivo, acerca de gente cercana a la cuarentena que se frustraba porque la vida no les había ido como imaginaron, y reaccionaban, en muchos casos, tratando de recuperar la juventud. Cuidar el cuerpo, comprar un coche deportivo, ligarse a una jovencita ... era la vía de escape. Vamos, algo natural cuando la gente se cansa de lo que tiene y echa de menos el último momento emocionante que experimentaron en la vida.

Ahora leo en "El País" que lo de la "crisis de los 40" es un término caduco. Ahora toca la "Generación Peter Pan". Pues vale.

No creo que haga falta inventar nuevos términos para definir a los que vamos a pasar el ecuador de la vida. Hemos vivido de puta madre, vivimos de puta madre y viviremos de puta madre. Nos han pagado los estudios, no hemos currado hasta ser mayores de edad y muchos nuestros padres todavía siguen pendientes de cubrirnos allá donde no llegá la cobertura de papá-estado. ¿Qué el futuro es incierto? sí, claro como todos los "futuros" a no ser que tengas una bola de cristal en casa (y sepas usarla)

Basta de victimismos. No somos una generación especialmente maltratada, de hecho, ni siquiera somos "especiales". La única diferencia con nuestros mayores es que las responsabilidades nos han llegado un poco tarde, justo cuando nos habíamos acostumbrado a lo bueno.
Ayer tuve un día horrible de trabajo ...

¿horrible?, ¿por qué fue horrible? pues porque estuve pensando en un problema complejo desde que sonó el despertador, porque apenas me dio tiempo a desayunar, porque el lío se fue enredando como una madeja entre patas de gato a lo largo de la mañana, porque pasé la hora de comer sin comer, hablando por teléfono con gente en cuyo país se come a las 12, porque ya cabreado me fui a la oficina de mi cliente y hube de mantener la cabeza fría para buscar una solución para su problema a la vez que ellos ponían a parir nuestro trabajo.

Aunque, viéndolo con los ojos de mañana, puede que no fuera tan horrible. Fue apasionante manejar variables hasta encontrar alternativas que fueran bien a todos. Y al final, lo que no mata, fortalece. Además en las dos reuniones aprendí cosas, y por no desayunar ni comer un día tampoco pasa nada, ¿no?.

A este paso y viendo la tendencia, pasado mañana lo mismo añoraré ese "horrible" lunes.

NO hay nada como mirar atrás de vez en cuando.

Los abrazos no dados

el pasado domingo, en un dominical, me encontré con un texto cuyo título repito y del cual reproduzco unas líneas:

"inevitablemente, uno mira alrededor para comprobar si está abrazando lo suficiente a quienes le rodean y le importan.Y comprende que hay mucho abrazo vano y mucho besuqueo en el aire, pero que nos falta acercar el pecho, darse con el torso uno de esos toques profundos, una de esas transmisiones de afecto que el otro metaboliza, que acompañan" (...)

Maruja Torres. El País Semanal, 8 de agosto de 2009.


La autora parecía compungida preguntándose si había abrazado lo suficiente a alguien recientemente fallecido y pensé que es común a las personas sentir, normalmente con cierto dolor, que podríamos haber exprimido más la relación con los que se fueron.

En un plano más banal, abrazar nos agrada cuando estamos felices y nos reconforta cuando estamos tristes. ¿Por qué no lo hacemos más? pues no sé, hay tantas cosas en la vida que deberíamos hace y no hacemos. Pero tranquilos, queridos amigos, que yo no meteré lo de los abrazos en mi " to do list ". Ya sé que estáis hartos (y hartas) de que os sobe y os besuquee.

Besos a todos (digo, abrazos)
"Deformación" universitaria II
"... decíamos ayer", parafraseando a Fray Luis, que ir a la universidad es perder el tiempo. Es una sensación que siempre tuve, ya desde primero de carrera cuando comprobé que era mucho más fácil aprobar ese curso que cualquiera de los cuatro anteriores ( BUP y COU ).

Ya, ya sé que los que me conocéis, sobre todos los ingenieros, estaréis pensando, "qué jodío, que hubiera estudiado Aeronáutica". Bien, es posible que unas carreras sean más fáciles que otras, pero lo que sí es cierto es que en ninguna se deja uno los cuernos. En todas podríamos haber trabajado más. Dicho esto, a modo de autocrítica, me explicaré ¿por qué creo que perdí el tiempo? pues porque no aprendí nada que no hubiera aprendido con un poco de disciplina y leyendo libros. Creo además que los años pasados en la facultad no me hicieron más listo o menos tonto.

Puedo decir que "aquéllos maravillosos años" me dieron muchas cosas, sobre todo amigos y risas, pero en el plano de formación, cero. Aprendí más en los empleos temporales con los que pagaba mis gastos.
Sin ningún género de dudas, mi puesto de trabajo actual lo pueden desarrollar con éxito otros compañeros que no han ido a la Universidad.
¿Qué decir de los "títulos"? papel mojado, nada más. Salvo para determinados puestos públicos u oficios regulados por colegios profesionales, nadie te pide el impreso oficial donde dice que eres economista, ingeniero, abogado o filólogo.

Bah, paparruchas!, diría el pobre Mr. Scrooge. La universidad esta sobrevalorada. Creo que hablar idiomas, ser resolutivo, saber escuchar, saber mantener la mente fría y tener ganas de trabajar son virtudes más importantes que el conocimiento memorístico de determinada materia. Y creo también que, mientras la Universidad no cambie y se olvide de cátedras y honores, los chavales seguirán saliendo tan burros o tan brillantes como eran el día que se matricularon en primero. Y lo que es peor, tan engañados como nos sentimos nosotros y nuestros padres en su día, cuando nos tragamos la trola de que con un diploma bajo el brazo ganaríamos el oro y el moro en unos pocos años.
"Deformación" universitaria

Parece ser que, por obra y gracia de la adaptación a Bolonia, la mayoría de los estudiantes que este año comiencen sus carreras universitarias tendrán que cambiar al "plan nuevo" el curso que viene.

Sin discutir el plan de marras, del que no conozco una coma, sí diré que comenzar la universidad sabiendo que tú primer curso va a quedar obsoleto en unos meses me parece una tontería mayúscula. Por tanto, y por si algún aspirante a universitario me lee, le voy a dar unas alternativas:

1. pasar un año cojonudo de fiesta en fiesta y obtener un diplomado en asuntos del sexo opuesto en los jardines de la Uni.

2. hacer lo mismo que en el punto 1 pero en el extranjero, preferentemente en un lugar donde pueda aprender inglés con fluidez.

3. probar a matricularse en la carrera que siempre quisiste hacer. Da igual que "no tenga salida". Total, para perder el curso igualmente, al menos te das el gustazo de hacerlo en algo para lo que tienes vocación.

Después de ver esta foto ..., sí, está claro, recomiendo firmemente la opción 2. Inglaterra puede ser un buen destino, ja, ja.


Ese día

Es cosa de humanos esto de hacerse viejos, en una carrera que comienza el primer día y que no se acaba hasta el último. Durante muchos años uno no se da cuenta de que ya está corriendo. Luego, un día cualquiera amanece, e inadvertida, llega esa sensación de que tu vida ya no te pertenece del todo, de que la compartes con el pasado. No es un sentimiento necesariamente desagradable. Simplemente miras hacia atrás, luego hacia adelante, y, sin más, te entra una inmensa prisa por vivir.

Ese día comienzas a mirar a los viejos con más respeto y a los niños con más cariño. Comienzas a cuidar tu cuerpo con mimo y a quererte un poquito más. Dejas de vivir al día, y a aprovechar más los días. Y te vuelves excesivo, para la alegría y para la pena. Vas a los cementerios con congoja, y las lágrimas te brotan con mayor facilidad cada vez. Ojos entrenados por el dolor supongo. Pero a la vez, saboreas mejor la risa, tuya y de otros. Y los pequeños triunfos de cada día saben a cava y caviar.

Se suele pensar que la edad es un ogro que convierte la melancolía en pena, y que entonces, obligariamente, la sonrisa ha de huir de nuestros labios para posarse en los de otros, más jóvenes. Yo no quiero creerlo. Y me encanta encontrar a gente que demuestra que ser mayor no significa estar muerto en vida, aunque otros hayan tirado la toalla y se empeñen en estar más tristes que la propia tristeza.
el futuro

llevo unos días pensando en el futuro. Quizá no os parezca nada excepcional, pues la mayoría de la gente, en mayor o menor medida, piensan mucho en el futuro, en sus esperanzas, en sus incertidumbres. En mi caso no es muy común, soy un hombre del presente, e incluso de una parte del pasado, de la que me trae buenos recuerdos, pero raramente reparo en lo que vendrá mañana.

La culpable de este cambio tiene nombre. Se llama Paula y nació el lunes pasado. Mi recién estrenada sobrinita no tiene por qué preocuparse. Ha nacido en un país desarrollado y dentro de una familia que la querrá y arropará hasta que pueda valerse por sí misma, pero, aún así, no puedo evitar mirar hacia adelante y pensar en las aventuras que le deparará el destino, en las cosas que verá, en los acontecimientos que vivirá ...

Como soy un tío optimista, naturalmente pienso en lo bueno. Paula gozará de tecnologías inimaginables para sus abuelos e inalcanzables para sus padres, tendrá acceso a adelantos médicos que hubieran curado a nuestros antepasados, y vivirá en una sociedad cada vez más multirracial y acomodada.

Pero de momento, prefiero que siga el ejemplo de su tío el Zorro, que viva el presente, y lo disfrute tanto como sus papis, sus abuelitas y sus tíos.

PAULA, saluda a estos señores de la blogosfera ....

Comecocos

Esta semana asistí a un curso de "Inteligencia Emocional", tema que me ha sonado siempre a libros de auto-ayuda, terapias de grupo y cosas así. Así que la convocatoria (era un curso de empresa) no me suscitó excesivo entusiasmo (Sí, yo soy uno de esos ignorantes que creen que el psicólogo sólo es necesario para el que lo necesita).

La conductora de las actividades era psicóloga desde luego, y siendo consecuente con mis prejuicios sobre su gremio, desconfié enseguida de ella. Sobre todo al principio, nos mareó con preguntas capciosas, conclusiones dirigidas y mucha retórica ... todo ello disculpable, pues de todo eso hay en la vida diaria, y al menos a ella le pagan por hacerlo.

En cualquier caso, he de reconocer que el curso estaba bien montado. Las sesiones fueron intensas e interesantes y la gente participó mucho. Se trababa de ver la importancia que tienen los sentimientos sobre nuestra actividad diaria, laboral y personal. El auto-examen de nuestro interior, como medio para canalizar nuestra respuesta al exterior fue el objeto de la práctica. Pero, no sé, me daba la sensación de que para llegar a conclusiones simples complicaban mucho la explicación.

"Conócete a ti mismo" nos dejó dicho el bueno de Sócrates. Nada tan puro y sencillo como ese aserto, aunque ahora necesitemos libros enteros y carreras universitarias para decir lo mismo.

La psicóloga hablaba de reducir las cosas negativas que tenemos en nuestra mente, sentimientos destructivos que dificultan nuestra relación con el entorno. Y daba por supuesto que todos tenemos una especie de conflicto interno. "No estoy de acuerdo", le dije. "Estoy seguro de que hay mucha gente feliz consigo mismo, esos de los que decimos que están encantados de conocerse". No lo encajó bien y en ese mismo momento, el curso comenzó a interesarme menos.

Digo yo, ¡qué manía tiene la gente de meterse en la mente de los demás!.


Por comparar ...

... os diré que vivir en un "pueblo" como Alcobendas o vivir en un pueblo como Collado tiene alguna que otra diferencia. El primero se pasa de pueblo y el otro no llega a aldea. Decían los de por aquí de toda la vida que Alcobendas era una villa, casi una ciudad, y al final resulta que han dado en el clavo. Debemos ser ya 80.000 ó 90.000 habitantes. Aquí un vecino es un tío al que te encuentras una vez al año y el resto son desconocidos. En Collado sólo hay vecinos, el resto son "forasteros".

Y es que esto de vivir en un "pueblo" desafía a la lógica y aún a la física. Un ejemplo, en Alcobendas, para recorrer la media hora que hay hasta casa de mi familia, tardo 20 minutos (vamos, que voy andando a toda leche). En Collado, para recorrer los 300 metros que hay del bar a mi casa no bajo de los 20 minutos. A ver, cómo voy a pasar ante un paisano sin saludarle, preguntarle por su familia, hacer unas bromas y a veces, volver de nuevo al bar con él ( en estos casos el dueño del bar te dice "¿otra vez por aquí?" y tú contestas "bueno majo, es que me han liao ...")´

Si es que ... no sabéis lo que os perdéis los que vivís en la ciudad.