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Mañana amanece, que no es poco

se terminó todo, el debate del 9, la agonía de los penaltis, el #GraciasSara, el miedo a los invencibles alemanes, queda el orgullo por nuestros deportistas, y mañana, un nuevo día en el que los españoles habremos perdido nuestro oficio temporal de seleccionador nacional. Espero que no perdamos más y que esta alegría colectiva nos dé fuerza para recuperarnos. Que falta hace.

Empatía

hace un par de años hablar de crisis era un tema recurrente. La gente discutía, proponía soluciones, buscaba culpables, propagaba recetas. Hoy no. Al menos en mi entorno ese tema ya no se toca tanto. La crisis ha pasado de ser un tema de debate, a veces frívolo, a ser la "bicha" que ya golpea a algunos y que cualquier día puede morder al resto. Hubo un tiempo de vacas gordas en que quien se quedaba sin trabajo lo hacía voluntariamente o porque era el más burro de la oficina, pero ahora, cuando al tío más capacitado de cada casa se le cargan a ERE limpio, ... la perspectiva cambia. Ahora miramos al que se ha quedado sin trabajo con mucha lástima y con una tremenda empatía, poniéndonos inmediatamente en su lugar.


Es triste que hayamos necesitado esta mala racha para darnos cuenta de que hay gente a nuestro alrededor. Nosotros, los del primer mundo, los que no trabajamos hasta los 25 años, los que fuimos de vacaciones con el dinero papá y mamá ... los triunfadores que nunca nos hemos quedado en paro, ahora tenemos a la "bicha" cerca.


Menos mal que nos queda la solidaridad, y estamos aprendiendo a sufrir juntos. En los malos momentos, por suerte, también sale lo mejor de muchos.

la rebeldía del cínico

son muchas las voces que hablan de la creciente falta de civismo de la gente. Se ve en el metro, en la oficina, en el grupo de amigos. Es palpable. Pero, ¿cuál es la razón?: la mayoría apunta al sistema educativo, a la falta de disciplina ... a los jóvenes. Pero, ¿y los que no son jóvenes? yo veo esa misma falta de civismo en personas de toda edad y condición. Se podría suponer que esa actitud viene del descuido, pero muchos de los que la ejercen manifiestan que es elegida, que les gusta ese estilo de vida. "Yo no soy maleducada, simplemente digo la verdad sin tapujos", me espetó una compañera hace tiempo.

Y es que, al menos en mi entorno, es creciente el número de personas que se muestran cínicos en la defensa de sus argumentos y olvidan las más elementales normas de respeto al prójimo. Asisto a diario a conversaciones serias o banales donde mandan las palabras gruesas y las actitudes propias de gánster.
Es más, a veces incluso se deja de lado el fin último del diálogo, plantear y convencer, y la discusión pasa de ser un medio a un objetivo en sí misma. Se diría que hay gente que está deseando saltarse los prolegómenos para llegar rápidamente al enfrentamiento.
Paralela a esta actitud se encuentra la de crítica y escarnio de los "bienquedas" o de aquéllos que buscan el consenso. Parece que estos discutidores profesionales identifican su argumentación ruda con pureza de sentimientos, vituperando el esfuerzo integrador de los que dialogan, que pasan a la casta de pusilánimes o tibios.

Pasa igual en el día a día. Está de moda ir mal vestido, desastrado como dicen en el pueblo. Todos los días hay gente en el tren con los pies sobre el asiento de enfrente. Gente de todas las edades. Quizá sea un fallo de RENFE y haya que poner reposapiés para las delicadas extremidades del hombre moderno. Cuando les llamas la atención, la mayoría baja los pies, para volver a subirlos cuando te das la vuelta. En fin, en eso ha quedado la rebeldía del cínico, en simple y llana mala educación. Parece que la conducta asocial les redime de sus frustraciones.

Quizá esta deriva tenga que ver con las tendencias más y más individualistas de la sociedad que me rodea, pero principalmente con el paso del tiempo. Muchos, con la edad y por desesperanza en ideales que creían ver realizados algún día se vuelven asociales. Otros por hartazgo de las rutinas que imponía la educación de sus mayores se rebelan contra ellas. Los más, por esnobismo puro y duro, pues el cinismo es una manera de destacar como cualquier otra.

incluso la tele nos proporciona héroes cínicos a los que admirar




un buen tío

parece que no hay manera de acertar, dice siempre uno de mis amigos. Tratar de hacer las cosas bien, pensando en las consecuencias, tratando de no hacer daño a nadie ... no es suficiente. Siempre algún imponderable acaba haciendo que alguien se moleste. Y es que en esta vida no basta con ser buena persona, además hay que tener suerte y no pisar un reguero de hormigas un día que uno ande despistado.

Mira, le digo, tu eres muy patazas y algo bocazas, así que está claro que algún día vas a meter la pata, poco, algo o mucho, pero la vas a meter. Lo importante es que eres buen tío, y que te esfuerzas. Luego ... si alguien se enfada, pues ya tiene dos trabajos. No puedes vivir la vida de los otros, compañero, que bastante tienes tú con lo tuyo.




Frikis

es éste un calificativo muy usado últimamente, sin duda y probablemente pronto entrará en el Diccionario de la Real Academia. El término probablemente tiene su origen en el inglés , "freak" , que hace referencia a algo deforme, a veces monstruoso. A finales del siglo XIX y principios del XX proliferaron los circos que, además de payasos y malabaristas, mostraban a enanos, gigantes, siameses, y otros prodigios humanos. Estos espectáculos recibían el nombre de "Freaks Circus" y dieron origen a una polémica película de los años 30 que inspiró cómics y canciones varias en los años 70.


Al margen de estos retazos de Historia, el friki de hoy sigue siendo un tío raro. Proliferan los obsesos de los juegos de ordenador, de los "gadgets" electrónicos o fanáticos de las nuevas aplicaciones para el móvil.  La sociedad les tolera, qué remedio, aunque pueden llegar a ser insoportables. Cómo no ser comprensivo con ellos; también es insoportable el que nos taladra todo el día con comentarios de fútbol, o la que puede pasar una tarde entera hablando de la reforma que ha hecho en casa ( nótese que el género empleado no es casual). Qué decir de los que creen que sólo ellos han visto la película tal o cual, o de los que están de vuelta de todo y siempre tienen un consejo en la boca.

Al final, el friki moderno no es más que un tío pesao, pero pesao de verdad. Erudito de todo y maestro de nada. Jamás se me ocurriría llamar friki a Einstein, aunque fuera un obseso de la Física.

Tira pa´lante hombre


un amigo me habló hace semanas de su hermano y me contó que tiene muchos problemas, que no le sale nada bien, que no está contento con su trabajo, ni con su matrimonio. En fin, que el citado hermano está muy desanimado. Por lo visto había ido al psicólogo y el diagnóstico fue que tiene "poca tolerancia a la frustración", cosa que no comprendíamos muy bien lo que es. El caso es que mi colega y yo, después de unas cañas (bastantes) concluimos que eso de la "poca tolerancia a la frustración" debe ser lo que en Castilla toda la vida se ha llamado "!que no le echas cojones a la vida, coño!". Es lo que tienen las lenguas vernáculas, que llaman a las cosas por su nombre.

Ayer, un poco más serenos, volvimos a hablar del tema junto con el
interesado. El chaval seguía desesperado, y a tenor de lo que me contó, le di mi propio diagnóstico. "- Chico, tú es que pides demasiado a la vida". Le podía haber dicho que hacía una "mala gestión de las expectativas", pero entonces me hubiera visto obligado a cobrarle a tarifa de psicólogo.

Y es que el sujeto tiene un coche más caro del que sueldo le permite, lleva a los chavales a colegio de los caros, caros, y le gusta no se qué y se va de vacas a no sé donde, y por tanto no le llega el dinero. Luego encima es muy
exigente con todo. Va al menú del día y espera mantel bordado, y en un hotel de 3 estrellas busca el "yacuzzi", así ¿cómo va ir sonriendo por la vida?

Lo dicho, que tampoco hace falta ver documentales de Darfur todos los días para sentir que la vida es más buena de lo que pensamos. Con abrir un poco los ojos y conformarse con las cosas que nos trae el presente, todo debe ir bien, ... o no.


inmigración, con perspectiva

"Una sociedad que no apuesta por lo novedoso,
que no se atreve a imaginar,
no logrará el desarrollo"
Andrés Roemer

cuando paseo por las calles de la ciudad me encuentro una juventud algo diferente a la que yo viví. Una nueva generación mestiza aparece en parques y colegios. Son los hijos de los inmigrantes. La verdad es que no veo síntoma alguno de desintegración en estos chavales. Lo normal es verles mezclados con los hijos de los españoles, no aislados entre ellos pues parece que los niños no entienden de palabras y conceptos complicados y simplemente forman grupos con cerebros afines, no con pieles afines. Y no hablo sólo de lo que sucede en barrios populares. Si vas a la Moraleja un día de cole y pasas cerca de un colegio, verás que abundan los chavales con rasgos orientales o sudamericanos y también están mezclados con los hijos de españoles. Lo raro sería lo contrario, pues lo normal (al menos en este país) es que uno tenga amigos de su misma clase social, sean blancos, verdes o coloraos. Extraño sería que un asiático de clase alta se juntará con dos españoles de clase baja. De hecho, tendrían realmente difícil siquiera el conocerse, al vivir en distintas partes de la ciudad, e ir a distintos colegios.

Esto ha sucedido a lo largo de la Historia, los hijos de los reyes se han casado con otros hijos de reyes, fueran del país que fueren, pues lo importante no era su origen geográfico, sino la casta a la que pertenecían. Imagino a la pobre Victoria Eugenia, cual émula de Victoria Beckham, viniendo a casarse con Alfonso XIII. Buen mozo y buen heredero he cazado, pensaría la inglesita, antes de advertir que reinaba en el país del ajo, de la suciedad y del atraso. Probablemente se dio cuenta tarde de que Alfonso también era español. Y así nos fue durante años, una élite con gustos europeos en un país con atraso africano.

Anécdota: hace unos años, antes de la oleada de inmigrantes que ha llevado este país de 42 a
47 millones de habitantes, me encontraba oyendo un programa de radio junto a mi padre. Hablaban del racismo, más centrado entonces en el tema de los gitanos y de los negros (entonces aún pensábamos en racismo en términos de raza y no de bolsillo). Pues bien, una vez abierto el turno de intervenciones de la audiencia, llamó una señora que se identificó como "pudiente". Contó la señora que vivía en el centro de Madrid, y que junto a su casa habitaban un diplomático de un país africano y su
familia. La señora relataba que había hecho gran amistad con la esposa de su vecino y se sentía orgullosa de decir que esta mujer era de color. La oyente, con un parlar culto y cadencioso, nos dejó patidifusos cuando afirmó: "está claro, que, cómo ustedes pueden comprobar, yo no soy racista. A mí, los que no me gustan, son los pobres".

Pues bien, a mí tampoco me gustan los pobres, o, mejor dicho, no me gusta que la gente sea pobre. Por tanto no me gustan las iniciativas que fomentan los "ghettos". Dice ahora Esperanza Aguirre que no sería mala idea crear colegios de "dos velocidades", para no retrasar a los chavales con capacidades. El primer piloto es un "bachillerato de excelencia" para los 100 mejores estudiantes de ESO de la comunidad. No me gusta. Preferiría que luchara por elevar el nivel de todos en lugar de dar la batalla por perdida y quedarse sólo con los "buenos".


Esperanza debería pensar que los niños de hoy son los que mañana van a dar brillo y esplendor a nuestra lengua, a nuestra cultura y también, por supuesto, a nuestra economía. Invierte en ellos, Esperanza, en todos y no sólo en una minoría. No tires la toalla con los que van mal, sobre todo si su mayor falta es la falta de base educativa arrastrada por décadas de pobreza en otros países. Los inmigrantes están aquí y no se van a ir. Invirtiendo en ellos tendremos un futuro mejor para todos, y la señora de la radio estará tranquila al ver médicos, abogados y periodistas de piel oscura pero con un cerebro del primer mundo.

Como dice Roemer en la cita que inicia el post: "atrévete a imaginar", presidenta.

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es curioso como podemos pasar horas argumentando para simplemente concluir en lo más básico. Ira, amor, poder, propiedad ..., mirad a vuestro alrededor y veréis como hasta los personajes más complejos se guían por instintos simples. Alucinante, y obvio a la vez: 100.000 años de rutina no se cambian así como así.